Nuestro pecado más grande es no creer en nosotros mismos y el otro es buscar fuera, ese es el momento cuando nos perdemos en un mar de pensamientos ajenos y posibilidades inciertas. Hemos desplazado el yo hacia fuera por no poder contactarlo dentro. Así es como depositamos el poder fuera, como si algo o alguien pudiera venir a salvarnos de esta necedad. Así es como dejamos de creer en nosotros y comenzamos a suplicar afuera. Aun así no creemos, aunque nos digan, aunque sintamos, aunque se nos rebele, no creemos y así es cómo crecen nuestra división y desacuerdo interior.
Buscamos certificaciones y validaciones externas. No creemos y nos volcamos a mundos imaginarios donde nos perdemos nuevamente en un laberinto del cual nos es muy difícil salir. ¡Solo respira en silencio! Invoca a tu ser. Invoca a tu alma, busca la presencia, lo más elevado en Ti, porque solo allí encontrarás la paz en la unidad, libre del desacuerdo, los juicios y opiniones, incluso los propios.
Invoca tu alma, tu conciencia y ríndete a lo que es. Exhala y descansa en el ser que habita, sobre todo. Solo opera cuando lo llamamos. Es el campo unificado de conciencia.
Allí es donde se encuentra la luz, está más allá de las proyecciones de unos otros. Somos ideas y creencias proyectadas en otros espejando nos mutuamente. Tan solo si pudiéramos vernos con los ojos del amor, ese que se encuentra en la unidad del ser, cambiaríamos nuestra forma de relacionarnos e incluso de vivir.
Ríndete a la vida e invoca el ser. Ese es el momento en el cual la otra dimensión, ese cielo elevado e infinito comienza a operar en cada uno de nosotros y desciende como una lluvia de conciencia iluminada.
Ese es el salto cuántico que abre un camino nuevo desde dentro. Deja que lo más elevado opere. Permite que la luz de la conciencia brille desde dentro, animáte a atravesar tu desacuerdo, y verás cómo es tu sombra, que cede dejando paso a la luz.
Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
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