El 12 de junio de 2011 se fundaba el tercer hogar de la Fundación Hogares Guillermo Hayes, destinado al cuidado de personas con discapacidades intelectuales. Desde entonces, el Hogar Espíritu Santo se convirtió en un lugar donde, cada día, con paciencia y mucho amor, se dignifica la vida de quienes más lo necesitan. “Son nuestros hermanos en Cristo, muchas veces los más excluidos y vulnerables de la sociedad”, a quienes el padre Guillermo decidió abrazar con su obra.
Para conmemorar esta fecha, se celebró una santa misa en el Hogar Espíritu Santo, presidida por el obispo de la Diócesis de Oberá, monseñor Damián Santiago Bitar, y concelebrada por el superior del Verbo Divino, padre Héctor Maldonado. También participó el pastor luterano Pablo Fernández.
Acompañaron esta emotiva ceremonia numerosos miembros de la comunidad, asistentes y residentes, además de autoridades locales y provinciales, que fueron recibidas por el presidente honorario de la Fundación, Rafael Pereyra Pigerl, junto a los miembros del Consejo de Administración y del equipo de administración de los hogares.
Durante la jornada, se realizó un reconocimiento especial a Seamus Doyle, quien desde su llegada a Oberá, en 2008, entregó su vida a esta misión. La declaración de Ciudadano Ilustre por la Cámara de Representantes de la Provincia, y distinciones del Concejo Deliberante de Oberá, del Consejo de Administración, así como presentes y afectuosos recuerdos de parte de los asistentes y residentes.
A pocos días de su regreso definitivo a Irlanda, “solo podemos agradecer profundamente su testimonio de vida, su entrega generosa y silenciosa, y pedir a Dios que lo acompañe siempre. Seamus es un verdadero misionero, un servidor que supo encarnar el espíritu del padre Guillermo: practicar la generosidad y hacer del mundo un lugar mejor”.
Este Hogar, pensado por el propio padre Guillermo, en el barrio Villa Svea, lleva el nombre del Espíritu Santo, quien, se cree, inspiró los corazones de James Matthew y Agnes Doyle, del condado de Dublín, Irlanda, para que dedicaran su vida al servicio de los pobres y marginados, tanto en su país como en el exterior.
Su legado fue honrado por su hijo, Seamus Doyle, quien contribuyó enormemente a la construcción de este Hogar y lo acompañó durante años como voluntario. Hoy, con casi 80 años y múltiples dolencias, Seamus sigue presente, conmoviendo con su humildad, sus oraciones, sus gestos y ese singular humor que, a veces, “mezcla idiomas y nos deja sonriendo”.





