El sol de otoño regaló una siesta ideal para pedalear. Ni demasiado calor ni amenaza de lluvia: la edición número 25 de la Bicicleteada Solidaria del Instituto Roque González tuvo el clima soñado para celebrar una tradición que ya es parte del corazón de Posadas. Desde temprano al mediodía, cientos de bicicletas se alineaban frente al colegio. Las mochilas cargaban más que agua y viandas: llevaban ganas de ayudar, emoción y recuerdos.
“Cumplimos 26 años amando a un hermano, cumplimos veinticinco pedaleando por los demás”, arengaban desde los altoparlantes a chicos y grandes quienes se convirtieron en una verdadera marea de solidaridad en movimiento: según la policía local, se estimó la participación de más de 4.000 personas, entre estudiantes, familiares, egresados, profes y personal de apoyo como, por ejemplo, los alumnos del profesorado de Educación Física del Instituto Montoya, a cargo de brindar seguridad situados a los costados, para que ninguno se saliera del cordón de seguridad.
Por las calles de Posadas ya no sorprende ver cada otoño un pelotón interminable de bicicletas de todos los tamaños y colores avanzar en alegre “procesión”, siguiendo al santo de la escuela en la imagen de Roque González. Pero este sábado no fue uno más; la bicicleteada solidaria del Instituto Roque González celebró sus 25 años con una convocatoria masiva que convirtió nuevamente a la ciudad en un testimonio de que la solidaridad “sigue siendo el motor más potente cuando se trata de transformar realidades”, dijo a PRIMERA EDICIÓN el padre Jhon Brito.
Apenas pasadas las 13, la esquina de Colón y Sarmiento era un hervidero de cascos, remeras personalizadas, banderas, mochilas, carritos, bicicletas con canastos, luces y hasta triciclos (fotos) con mucha emoción contenida. Desde los más pequeños -algunos con rueditas todavía- hasta adultos mayores, se iban acomodando en un ritual que ya forma parte del calendario emocional de muchas familias misioneras.
“Esta es mi décima segunda bicicleteada”, contó el padre Jhon, otro de los referentes de la comunidad verbita que organiza la actividad desde su fundación en el año 2.010
“Cada año es distinto. Hoy el clima es hermoso, así que esperamos que todo salga bien. Hubo una sola vez que se postergó, en estos 11 años que tengo participando. Siempre agradecemos a Dios por eso. Muchos bromean diciendo que tenemos contacto directo con él para que no llueva”, contó con una sonrisa.
Efectivamente, el cielo se mantuvo despejado, con un sol tibio que acompañó sin sofocar.
Ver esta publicación en Instagram
Más allá de lo festivo, la bicicleteada tiene una causa clara: colaborar con los hogares y comedores que la congregación del Verbo Divino sostiene en distintos puntos de la provincia.
“Nos moviliza el valor de la solidaridad”, reflexionó el padre Brito.
Y luego agregó: “Vivimos en un mundo de mucho consumo, de egoísmo, de odio. Esta actividad busca sembrar otro mensaje: cultivar el valor de pensar en el otro. Sembrar eso en el corazón de los niños, de los alumnos, de nuestra comunidad. Por eso también invitamos a otras comunidades educativas, ciclistas, personas generosas. Muchos no pedalean, pero esperan en la quinta del colegio, ahí hacemos el cierre. Son 11 hectáreas en la zona de Fátima donde se arma una verdadera fiesta de encuentro”.
El trayecto, como cada año, tuvo su recorrido cuidadosamente planificado. Hace algunos años lo cambiaron. Antes iban por avenida Uruguay, pero desde 2018 lo realizan por la costanera sur. Nuevamente ayer la salida fue por calle Colón hasta Salta, bajaron hasta a Roque Sáenz Peña, luego se tomó la costanera hasta la gran rotonda cerca de Tierra del Fuego. Ahí tuvo lugar la primera parada para tomar agua. Luego se volvió a retomar la costanera hasta la altura del Hospital de Fátima, donde se hizo la ‘posta dulce’, para recargar energías. Desde ese punto, todos salen caminando con los más chiquitos hasta la Quinta.
Todo lo recaudado se destina a hogares que albergan a personas con discapacidad y ancianos sin familia en Oberá, además de comedores barriales como los de Villa Cabello, el hogar Santa Teresita, la escuela de no videntes de Santos Mártires y escuelas bilingües que acompañan desde la Fundación José Marx SVD.
“Son más de 65 personas en los hogares, personas especiales con discapacidades mentales y motrices, y ancianos abandonados. Con lo que recaudamos, se sostienen casi tres meses en alimentación. El Gobierno aporta para los sueldos del personal, pero la comida la cubrimos con estas donaciones”, explicó.
El alma de la bicicleteada
En el corazón de esta peregrinación solidaria, hay figuras que son memoria viva de su historia. El padre Juan Rajimón, uno de los pioneros, no ocultó la emoción de estar nuevamente sobre la bici.
“La verdad es una alegría inmensa cumplir 25 años de esta bicicleteada… es uno de los eventos más grandes de Posadas en términos de participación y de sentido. Muchos corazones solidarios. Si uno hace la cuenta, en estos años hemos podido alimentar unos 600 comedores. Alrededor de 5.000 o 6.000 kilos de alimentos por año. Es muy valioso. Pero además es educativo. Es aprender, es enseñar a no pensar solo en uno mismo”, dijo a este Diario en tono reflexivo, en un alto de sus múltiples ocupaciones, previo a la largada.
Rajimón recordó también los orígenes, junto al ingeniero Guillermo Espinoza, ‘el papá de la bicicleteada’. “Con él comenzamos este sueño. Él ya descansa en paz; su legado pedalea con nosotros cada año”.
Una fiesta familiar
Sara, una de las mamás presentes, se encargó de llevar a sus hijos al punto de partida. “Mi nena está en tercer año y el varón en sexto. Están muy entusiasmados. Este año fue especial porque no teníamos bicicleta y el papá les regaló a ambos. Tuvimos que hacerle un service a la bici del nene que estaba estacionada hacia rato”, contó entre risas.
“Yo los traje, y ahora me voy en auto a la Quinta. Hay papás que también pedalean y se encargan de los chicos. El papá de Francisco, un compañerito va a acompañar en bici a su hijo y al mío hasta la Quinta”.
Como ella, decenas de familias se movilizan detrás del propósito común. “Es una fiesta hermosa. Acá controlamos que los chicos estén seguros, que no se pierdan. Hay mucha organización detrás, y eso se nota”, dijo mientras acomodaba cascos y mochilas de los chicos.
Máximos protagonistas
Y si hay alguien que vive esta experiencia con intensidad, son los propios alumnos. Francisco, Santino, Adlin y Emiliano ya preparados para salir, entre risas y bicicletas contaron a PRIMERA EDICIÓN la emoción de estar juntos. “Este es mi quinto año”, dice uno. “Desde Jardín pedaleo”, agrega otro. “Hoy es mi primer año y estoy re feliz. Estuve esperando toda la semana, con la bici lista y con mucha emoción”, contaron con una sonrisa que no le cabía en la cara.







