Desde este lunes y hasta el domingo 18 de mayo se conmemora la Semana Mundial de la Seguridad Vial, con el fin de lograr, a través de la generación de conciencia, una reducción de víctimas fatales y lesiones causadas por accidentes.
En este marco, el último informe de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) señala que en 2024 hubo en Argentina 3.238 siniestros fatales y 3.894 víctimas. Un número a todas luces alarmante, teniendo en cuenta que a esas cifras luctuosas hay que sumar la gran cantidad de heridos que quedan con diversas incapacidades, el grave peso económico sobre los servicios de salud y otros “daños colaterales” de un mal manejo de vehículos… y de las políticas de seguridad vial.
Sin embargo, las autoridades nacionales prefieren ver el vaso medio lleno y confirmaron que se mantiene una tendencia decreciente desde 2017 en la mortalidad en calles y rutas del país, cayendo desde los 5.611 fallecidos de ese año a los cerca de 4.000 del año pasado.
Es cierto que en la fría estadística hay una mejoría indudable, pero en términos humanos siguen siendo demasiadas vidas y daños humanos causados por una actividad, como el tránsito, que no debería ser siquiera peligrosa si simplemente se hiciera con conciencia y respeto.









