Yo saludo a perros, no saludo a gente. Cuando vas por la calle rara vez la gente va mirando, la mayoría de las veces va mirando su celular, o va ensimismada en su propia historia, también los he visto caminar mirando el piso. ¡Qué pena!
Pero los perros… Ellos están atentos y vigilantes a todo lo que sucede. Te miran fijamente como escaneándote y se dan cuenta de tu emoción.
Si los miras con cariño, te devuelven la mirada, te mueven la cola como diciéndote: ¡Sí!, yo estoy y te miro. Yo cuando voy por la calle también voy saludando a los gatos, no voy saludando a la gente, porque los gatos aunque son ariscos, también están ahí observando todo, casi escondidos sin que los veas, pero si te sienten inofensivo se acercan ronroneándote y se refriegan como haciendo ochos entre tus piernas, limpiándote de las malas energías y luego te dejan ir.
Yo cuando voy por la calle saludo a los pájaros y aunque vivo en la ciudad ellos también están y colaboran con sus cantos para aquellos que los percibimos, dándole un toque de elevación a los ruidos de la calle. Su canto no pasa desapercibido si es que estás atento y observante.
Yo cuando voy por la calle y salgo de casa saludo a las plantas hasta que vuelvo, voy saludando en cada cuadra y bendiciendo a los árboles que nos dan sombra y oxigenan nuestro entorno. Sí, saludo, bendigo y agradezco porque ellos me recuerdan a la naturaleza, ella que estuvo alguna vez en el espacio donde hoy hay semáforos.
Bendigo y recuerdo que todo eso estaba antes de que yo viniera, bendigo porque hizo espacio para nosotros, bendigo porque la vida sin ellos sería mucho más gris, más difícil, casi que triste sin esos ojos vivos e invisibles que siguen tus pasos.
Lamentablemente nosotros, los que nos tenemos que mirar a los ojos, nosotros, los que nos tenemos que saludar, nosotros, los que nos tenemos que dar el paso, nosotros hemos perdido el respeto, no solo por el igual, sino por la naturaleza toda. Por favor te pido, mira a tu alrededor, no te quejes de las hojas que ensucian las veredas porque crean una alfombra a tu paso. No te quejes de los ladridos de los perros, ellos nos despiertan para que caminemos atentos. No te enojes si se te cruza un gato, te pone en un estado de alerta, después de todo ese espacio antes les pertenecía, nosotros lo fuimos invadiendo y ellos, ellos todavía nos recuerdan lo importante que es aprender a convivir.
Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
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