
El 12 de junio de 2011, en Posadas ocurrió un crimen que conmocionó a la comunidad. Lucas Vega, de 18 años, fue asesinado por un disparo en la cara mientras caminaba con su novia hacia una parada de colectivos en la avenida López Torres. El ataque fue perpetrado por un adolescente de 15 años, quien intentó robarle el teléfono celular. Al enterarse de que Lucas no tenía nada, el menor le disparó y se dio a la fuga.
El arma utilizada fue la pistola reglamentaria del padre del menor, un suboficial de la Policía Federal. Al enterarse del crimen, entregó a su hijo a la Justicia. El adolescente confesó el delito y fue detenido junto a un presunto cómplice de 14 años, quien fue liberado por falta de pruebas.
El menor admitió estar influenciado por el consumo problemático y por su edad fue considerado inimputable, liberado. A pesar del aberrante crimen, la familia de Lucas se reunió con el adolescente que ultimó a su hijo, hablaron y lo perdonaron.
Bajar la edad de imputabilidad
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN Daniel Vega recordó el caso de su hijo y sobre el proyecto de bajar la edad de imputabilidad opinó que la normativa vigente es antigua y “tendría que ser modificada”. Sin embargo, aclaró que “no creo que sea la solución verdaderamente bajar la edad”.
En este sentido, analizó que “hay países que la tienen hasta en nueve años a la edad de la imputabilidad, pero acá en Argentina no creo que esa sea la solución ante los conflictos que estamos teniendo últimamente a nivel social”.
A tantos años del crimen de Lucas sostuvo que poco ha cambiado y “a los únicos quienes les interesa somos a las personas que somos damnificadas por estas cuestiones. Especialmente por los menores que son inimputables”.
Respecto a su caso, comentó que “tuvimos la oportunidad de encontrarnos con la persona que nos hizo víctimas, 15 años tenía el chico en ese momento. Pudimos hablar con él, entablar una relación. Él nos relató cómo se fueron dando los pasos hasta que él se encontró con nuestro hijo Lucas y cómo ocurrió todo en ese momento”.
A partir de este encuentro, Daniel Vega señaló que “desde nuestra óptica y nuestra fe cristiana, pudimos abrazarlo, perdonarlo”. No obstante, aseguró que “a raíz de ese acontecimiento y desde ese día puntualmente, nuestra vida nunca más fue la misma”.
En este sentido comparó su vida y su familia con “la situación de las personas que se ven damnificadas y que no tienen el consuelo que nosotros hemos obtenido en Dios y que seguimos teniendo”.
Resaltó que “aunque yo tenga 80 años, la ausencia física de Lucas siempre va a ser una realidad. Pero ante esa realidad que otros nos han hecho vivir, nosotros tenemos el consuelo de Dios. Pero ¿y qué con aquellos que no lo tienen?”. Es por ello que comparó que en el reclamo por justicia “todos queremos justicia ¿pero pedimos justicia o queremos venganza?”.
A pesar de que la pérdida de un ser querido no pueda ser restaurada, compartió que “nuestra sociedad necesita cambios que sean favorables y positivos”.
La adolescencia, la violencia y la familia
Entre los cambios con el paso de los años, Vega afirmó que en la sociedad hubo un “crecimiento de la violencia, en el uso de los menores para delinquir y cometer hechos de violencia que perjudican a mucha gente”. En este contexto, consideró que “el problema radica en gran parte en la casa, en la familia. No puede ser que un adolescente no esté sujeto a los padres”.
Lamentablemente, indicó que “cada vez la gente está más violenta, más agitada, con los cambios políticos, los cambios de gobierno, la plata que no alcanza…”. Más allá de esto, sostuvo que “no podemos justificar al chico que sale a delinquir”.
El padre de Lucas resaltó que “la familia tiene que ser el primer sostén siempre para los menores”, pero qué sucede “cuando tu casa está violentada por los conflictos matrimoniales, la droga, el alcohol, la falta de trabajo…”.
Tras el asesinato de su hijo fue participé de un proyecto para abrir un hogar que trabaje con chicos en conflicto con la ley penal y que lleva el nombre de Lucas: “Yo recuerdo en aquel momento, fue un domingo, Día del Padre, una semana después de lo que nos había sucedido con nuestro hijo. Leímos en el diario que habían de 11 a 16 menores en conflicto con la ley, pero que nadie sabía qué hacer con ellos. Allí surgió la idea de trabajar para hacer un hogar para estos chicos”.
Sucede que los lugares que había hasta entonces “eran como un depósito de autos viejos, el chico era alojado en el hogar y que Dios te ayude…”. Entonces, el objetivo fue brindar un acompañamiento ya que estos chicos venían de lugares donde también fueron víctimas de negligencias y abandono familiar.
Para lograr un cambio en este contexto social, Daniel Vega reiteró que lo más importante es “el afecto familiar, que disminuye los grados de violencias excesivas en los futuros. Por eso es que es muy importante que los chicos se críen y eduquen en lo posible en hogares sanos, donde haya un papá y una mamá”.
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