Con la reciente ruptura de una de las muchas vertientes del peronismo, en este caso la del kirchnerismo que contrapone hoy a Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner, se da un nuevo paso hacia la anemia partidaria que se viene desarrollando en el país con mayor intensidad en los últimos lustros.
Son esos movimientos los que allanan el camino a proyectos coyunturales como los que hoy gobiernan Argentina y que tienen de distinto solamente el sesgo ideológico, si es que existe tal cosa. En la práctica se trata de nuevos movimientos tan personalistas como el descrito al inicio de esta columna, proyectos que no sobreviven sin el liderazgo de tal o cual apellido.
De esta forma, lo que termina prevaleciendo sobre el conjunto es la visceralidad propia, se anteponen el narcisismo y la confrontación a la colaboración y la deliberación democrática.
El fenómeno, se ha dicho al inicio de esta columna, no es contemporáneo, pero sí adquirió mayor dinámica en estos tiempos y revela siempre a los mismos nombres con resultados más o menos parecidos.





