Desde la época de los jesuitas existían en las reducciones pequeños hospitales que se improvisaban en “épocas de peste”: los enfermos eran asistidos por un enfermero (curuzú-ya) y visitados frecuentemente en sus casas por un sacerdote, quien le administraba los sacramentos.
En cada reducción había un cuerpo de enfermeros, cuya misión era enterarse cada mañana si había algún enfermo en su respectivo barrio o cuartel, y cómo andaban los que ya se sabía que estaban enfermos.
Si había alguno grave, su deber era avisar al cura para que se le administraran los sacramentos. El Padre, con un Santo Cristo al cuello y una cruz de dos varas de alto en la mano , acompañado de un curuzú-ya, quien siempre andaba con una cruz como la del sacerdote, iban a ver al enfermo y se examinaba su estado físico y espiritual.
El curuzú-ya diagnosticaba el mal y sugería la medicina a adoptar. Si contaba con la aprobación del Padre, atendía según su saber y poder, mientras que el cura le administraba todos los sacramentos. Posteriormente, al caer la tarde, el curuzú-ya volvía a realizar el recorrido para controlar y enterarse de las novedades.
Se dice que los curuzú-ya eran personas que entendían de medicina y que, valiéndose de las muchas yerbas salutíferas que se crían en la región, devolvían la salud a los faltos de ella.
Su labor no fue notoria debido a que eran pocas las enfermedades que afligían a los guaraníes, siendo las terribles viruelas que hacían su aparición de vez en cuando y la incurable vejez los principales factores de mortandad.
Con el transcurrir del tiempo vino la expulsión de los jesuitas, la organización del Virreynato del Río de la Plata y posteriormente la federalización del Territorio Nacional de Misiones. Todos los cambios políticos que se produjeron en la zona no fueron acompañados de progresos en la organización sanitaria.
Recién en 1884 un grupo de damas fundaba la Sociedad de Beneficencia con el objetivo de conseguir un predio para habilitar un hospital.
Así fue como se construyó el Hospital de Caridad que comenzó a funcionar en 1909 en el predio que actualmente ocupa el hogar de niñas Santa Teresita (en la manzana de las calles Buenos Aires, Santiago del Estero, Rivadavia y avenida Mitre).

Allí atendían de forma gratuita el doctor Ramón Madariaga, el doctor Lema Maciel y otros, mientras que el cuidado de los enfermos estuvo en principio a cargo de cinco hermanas de caridad que habían hecho un curso de adiestramiento en Buenos Aires.
Por la alta demanda que tuvo el hospital comenzaron a preparar a personas interesadas en el arte de cuidar a los enfermos, y es así que se destacaron en esta época Don Basilio Tatarín y Don Antonio Lutti.
Este último comenzó a trabajar en enero de 1927 y relató en su momento que el Hospital de Caridad tenía una dotación de 30 camas -15 para mujeres y 15 para hombres- y con una enfermera para atender a las primeras y un enfermero para los segundos.
Cumplían guardias de 24 horas y en el caso de que hubiera pacientes graves, se hacía cargo de ellos la Hermana Isintru, una de las religiosas presentes en el lugar desde su fundación.
Este sistema continuó hasta que se fue capacitando al personal de tal manera que se pudo organizar los servicios con una religiosa a cargo y dos enfermeros por turno que realizaban guardias de 12 horas.
Entre los tratamientos que realizaban se podía contar el baño de ingreso, la medicación por distintas vías, el cataplasma y las ventosas.






