El mundo asiste hoy, como cada 29 de septiembre, al Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos. Es que, en un mundo en el que el número de personas afectadas por el hambre ha aumentado lentamente desde 2014, cada día se pierden o desperdician toneladas y toneladas de alimentos.
A nivel global, aproximadamente el 13% de los alimentos producidos se pierden entre la cosecha y la venta minorista. A ello se suma el hecho de que en torno al 19% de la producción total de alimentos se desperdicia en los hogares, la restauración y el comercio al por menor.
Y cuando se desperdician alimentos, todos los recursos empleados en su producción –agua, tierra, energía, la mano de obra y el capital– también se desaprovechan, advierte la Organización de las Naciones Unidas.
En virtud de ello es que la ONU asignó esta jornada a la necesidad de financiación para impulsar los esfuerzos encaminados a reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos, contribuir al logro de los objetivos climáticos y avanzar en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
A estas alturas de la historia es paradójico que deban asignarse días especiales a cuestiones tan elementales como “no tirar comida”, pero la crisis global que se acentúa en ciertas regiones así lo amerita.









