Hoy, 26 de agosto, en nuestro país celebraremos el día nacional de la solidaridad, conmemorando así el nacimiento de la Madre Teresa de Calcuta, promotora de una gran obra de solidaridad, ya que ofrendó su vida al servicio de los más pobres y necesitados de la sociedad. Es oportuno que podamos aprender de su ejemplo de vida, para inspirarnos como sociedad en estos tiempos difíciles que estamos atravesando.
La solidaridad, nos recuerda la necesidad e importancia de la interdependencia que tenemos como seres humanos al estar llamados a compartir la vida en una sociedad. La Palabra de Dios nos inspira desde el ejemplo del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25ss.) a estar atento a la necesidad de tantos caídos y abandonados de nuestra sociedad. La solidaridad nos impulsa a actuar con amor y misericordia frente a la necesidad del otro, que está atravesando situaciones de necesidad.
La solidaridad no es una acción aislada frente a la carencia del otro, sino que consiste en un estilo de vida que la persona asume frente a las realidades cotidianas. Radica especialmente en que no prevalezcan los intereses individuales sino el servicio del más desamparado. Confiando en el amor providente de nuestro Dios, se sale al encuentro de la necesidad del otro. Es amor compartido y entregado con generosidad. Es vivir una actitud constante de misericordia.
El Papa Francisco nos advierte del peligro de la indiferencia que puede alejarnos los unos de los otros en los momentos de crisis al sentir “la tentación de ignorar a aquellos que no tienen voz y pensar solo en nuestras propias dificultades. Ahora bien, como cristianos, somos conscientes de que, especialmente cuando los tiempos son difíciles, tenemos que comprometernos más a fondo para hacer que el mensaje consolador del Señor sea escuchado”.
La misericordia, como decía el Papa Juan Pablo II, es una forma de amor. Ese amor de Dios que abraza a toda persona más allá de su condición. El amor y la solidaridad nos animan a tener un corazón capaz de ver la necesidad del otro, estimulándonos a dar lo mejor de nosotros, para aliviar el sufrimiento del hermano. El ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta, nos anima a tener siempre un lugar en el corazón para aquellos más necesitados de nuestra sociedad. Ella misma nos decía: “El amor no puede permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor tiene que ponerse en acción. Esa actividad nos llevará al servicio”.
Saber compartir es un deber de cristianos. La solidaridad nos interpela y frente a la necesidad de tantos niños que viven la desnutrición, jóvenes sin posibilidades de encontrar un trabajo digno, padres de familia que sufren la desocupación y ancianos abandonados de nuestra sociedad, el ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta nos alienta a trabajar para que el amor y la generosidad se multipliquen en nuestra sociedad.
Nuestra Madre María, nos llama a vivir la alegría en el servicio a favor de los demás.
Cada vez que nos disponemos a compartir la vida con amor, el corazón se llena de gozo. Como nos dice la misma Palabra de Dios: “Hay mayor alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35). Sin duda que cuando ponemos en acción el amor y la solidaridad, el corazón se llena de alegría y gozo, como nos dice la misma Palabra.
Que el ejemplo de la Madre Teresa nos anime a vivir en una constante solidaridad. Que como ella, descubramos la alegría del servicio a favor de los demás a través de los pequeños gestos que podemos hacer cada día. Como nos invita nuestro querido Papa Francisco, en estos tiempos difíciles “hay que seguir siendo faros de esperanza, de fuerza y de apoyo para los demás, especialmente para los que no tienen a otro que les cuide y asista”.






