En apenas tres años, más de cien coloridos murales y cuadros de la autoría de Sergio Vogler (41) dan vida a distintos puntos de la ciudad. “Es algo hermoso, es como el sueño del pibe”, aseguró, quien se definió como un “apasionado” por el dibujo desde que era niño, cuando iba a la Escuela N°730. En la adolescencia incursionó en la confección de tatuajes y, a medida que pasaba el tiempo, empezó a experimentar con la pintura. Hoy se siente atrapado por el muralismo.
“La varita mágica me tocó de grande. Creo que se dio en el tiempo que se tuvo que dar. Son cosas del destino. Quizás si comenzaba antes no iba a ser tan bueno. Antes tuve la oportunidad de viajar por la Argentina, descubrir lugares, conocer a mi esposa, ver nacer a mi hijo”, analizó.
Nacido en Villa Cabello, admitió que “de chico me gustaba el dibujo. Pero lejos de seguir en el tema, después de recibir el título secundario en el Polivalente N°8, me fui a trabajar al Sur, donde me dediqué a la actividad petrolera, me especialicé en radiografía industrial, y trabajé durante quince años”.
Tras conocer a Miriam Zayas, su esposa, y luego del nacimiento de su hijo Francisco, en Comodoro Rivadavia, decidieron volver a Posadas.
“Seguí trabajando en lo mismo, pero con una empresa de Buenos Aires, y recorría toda la Argentina. Estaba un mes afuera y una semana en casa, hasta que me cansé y renuncié a mi trabajo porque extrañaba mucho a mi familia. Mi nene estaba más grande y entendía que yo me iba, es algo que no soportaba”, comentó.
Estando acá, y después de un mes sin actividad, su hermana Sofía, que estudió artes visuales en la Facultad de Artes de Oberá y tiene su taller, “me pidió que la acompañara. A partir de ese momento empecé a pintar cuadros, a publicarlos, a venderlos, a ser conocido, de a poquito. También comenzó a surgir el tema de los murales. Fui publicando en las redes sociales y de boca en boca, fui generando más trabajo, perfeccionándome, porque soy autodidacta”.
“Lo que hago, me sale naturalmente. Voy viendo en qué puedo mejorar, las técnicas, absorbo muchas cosas de artistas de Buenos Aires, y del mundo, que veo que me pueden servir, y trato de implementar. Pero todo sale de mí, de lo que me imagino, y de lo que la gente quiere”, agregó. Por estos días, desarrolla su obra en un muro del barrio Terrazas II, cuya temática es un paisaje misionero donde se destaca el tigre, los pájaros, las cataratas. Por lo general, muestra al interesado fotos, imágenes, y tras el consenso y la aprobación “van saliendo los trabajos. No tengo una temática definida”.
Sostuvo que “nunca tuve un cliente disconforme, siempre están maravillados con lo que hago. Siempre trato de poner la mejor onda. Estoy contento, feliz. Quiero seguir trabajando de esto. Es lo que me gusta, es lo que amo. Ojalá me sigan llamando y pueda seguir pintando”.
Para sus obras, utiliza acrílico porque le resulta más accesible en lo que respecta al precio y a la variedad de colores. “También ocupo un poco de óleo cuando requiere buscar más la profundidad o el realismo de ciertas partes del cuerpo de un animal, como los ojos. Ahora estoy implementando el uso del aerosol, por ejemplo, al momento de hacer una cascada, para dar la sensación de espuma, neblina. Pero lo que más uso, lo que más me resulta es el acrílico, es lo que me da conformidad”.
El Diez, es lo más
El mural que dedicó a Diego Armando Maradona fue el de más renombre. Se encuentra en una esquina del barrio Ingar 50 viviendas del barrio Itaembé Miní. La persona que lo encargó, pidió, en principio, un tucán rodeado de las Cataratas del Iguazú.
“Como le gustó como quedó el trabajo me preguntó: ¿qué te parece si hacés un Maradona?. Surgió así, de la nada, y lo terminé en una semana. Y tuvo mucha repercusión”, contó el autor. Enseguida se enteraron los medios, subieron a las redes, y comenzó el desfile de los “curiosos”.
Muchos estacionaban sus autos por la noche, otros mientras todavía Vogler estaba pintando. El dueño de casa se entusiasmó y quiso que hiciera un yaguareté, que salió “espectacular”. Luego, le confesó que era fanático de los comediantes de la historia, como Chaplin, Olmedo, así que “diseñamos algo y quedó hermoso”. Pero como es combatiente de Malvinas, también “hicimos algo referido a la fecha”.
De esta manera, quedó una cuadra llena de murales de diferentes temáticas, pero el que más repercusión tuvo de todos ellos fue el del astro del fútbol porque coincidió con la muerte del futbolista.
“Estaba todo muy fresco en la memoria de los fanáticos, pero fue una buena idea de la persona que me contrató, y salió todo muy bien. Lo sigo mirando y es Maradona. Los rasgos, la cara cuando se ríe y levanta la copa. A eso le agregué otros Maradonas más chicos al costado, en diferentes equipos, diferentes tiempos y, realmente, quedó muy bien”, rememoró entusiasmado, quien reconoce que tiene algo de su papá, Raúl, que es carpintero; de su mamá, Publia, modista; y sus hermanos, Rolando (guitarrista), Sonia (peluquera), Mariana (diseñadora) y Sofía.
Empezó con un cuadrito
Aseguró que su familia “está contenta por el rumbo, por la decisión tomada. Es como que uno se reinventa. Yo me reinventé. Soy estructurado y tenía cierto miedo de salir de la zona de confort, como se dice, porque tengo una familia. Pero volví porque todo se tornaba más difícil, estuve un mes sin hacer nada hasta que mi vecino me pidió que le pintara un cuadrito de su nena, lo publiqué y eso empezó a atraer a más clientes, empezó a ser como un negocio. Ahora es mi esposa la que sube a las redes, también los murales, y todo sale muy bien, como si estuviera todo alineado”.
A esto, “siempre le pongo corazón, puedo estar todo el día pintando y no me doy cuenta. Esto no me cansa, para mí no es trabajo, es como un cable a tierra, que me pone contento. Y a veces digo tengo que volver a casa. Siempre me gustó hacerlo, amo hacerlo”.
Cuando pasa por alguno de los lugares donde lucen sus trabajos, Vogel siempre presta atención “si no está rayado o golpeado. Gracias a Dios no pasó todavía. La gente es muy respetuosa porque si ve que es algo lindo, no hace daño. Es que se nota que la obra le da una cuota de belleza al barrio, por suerte nunca me llamaron para restaurar uno. Si veo algo así, me dolería, porque es algo de mi creación, más allá que tiene un propietario”.
Es claro que en un futuro el mural presentará un desgaste porque está al aire libre, bajo el sol o la lluvia intensa, entonces “vendría a restaurarlo, pero todavía no me tocó. Cuando estoy pintando la gente me rodea, a veces hay una, y cuando me doy vuelta son varias, y enseguida me doy cuenta que hubo un recambio de espectadores. Siempre hay buena onda. Me encanta que la gente esté cerca, que le guste mi arte, que me tire buena onda. Es un orgullo, que tomen fotos. Quiero que la gente me conozca y que pueda seguir viviendo de esto, siempre”.