
En el pasado nos reuníamos alrededor del fogón, no solamente para contar nuestras experiencias sino también para recuperar la fuerza del círculo, la fuerza del grupo, la pertenencia a esos espacios sagrados de reconexión con el otro, la tribu, el clan.
Esa fue la manera de sobrevivir de los humanos, las asociaciones, no solamente con otros de la misma especie también nos asociábamos con los animales. En un esfuerzo por poder con la vida, desarrollamos confianza y sostén mutuo, la presencia, el círculo de ayuda, la cooperación para poder atravesar momentos de crisis, no solamente económicos o materiales también de crecimiento y descubrimiento interno.
Recuperar el grupo y la fraternidad es recuperar la pertenencia, no ya del clan, recuperar la pertenencia a la raza humana, recuperar nuestra humanidad donde quedó claro que el salto y la evolución es colectiva. Nadie se salva solo ni siquiera económicamente hablando. Todos formamos parte del Todo y el acto de uno aunque sea inconsciente modifica el grupo.
Vivimos para experimentar y en ese vivir nos vamos encontrando en nuestro camino con otras personas, damos y nos dan. Miramos y nos miran.
Cada acto está movido por un pensamiento y revestido de una intención. No todos los relacionamientos son trascendentales pero todos dejan una marca, una huella en nuestra historia.
¿Qué clase de actos inunda nuestra vida?, de qué lado nos alineamos en la existencia. ¿Observaste cuál es tu accionar?
No siempre podemos ver la causa y razón de cada acto, a veces está muy lejos escondido en los límites de nuestra memoria, quizás es traído al presente por nuestros antepasados y somos el efecto de algo que se generó centenas atrás, eso no lo podemos manejar ni modificar, lo que sí podemos gobernar es la calidad de nuestros actos y las respuestas a los acontecimientos actuales.
Aprender a relacionarse sin enjuiciar nos libera de los opuestos, nos desengancha de la ronda de pensamientos y elucubraciones interminables. Hablar en forma no violenta nos sana y purifica no sólo al que pronuncia sino al que escucha.
Tener conciencia grupal o colectiva nos sitúa más allá de nuestro pequeño ego. Nos hace mirar al otro dejando de mirar el oro.
Dejar la agresividad de lado como forma de relacionarnos nos enseña a no reaccionar dejando atrás el ojo por ojo diente por diente.
No se trata de resignación y pasividad, no se trata de perder la memoria, se trata de poder desarrollar criterio para elevar la mirada para poder construir.
Que nos podamos reunir alrededor del fogón, no ya como clan o tribu sino como la Familia Ampliada, unidos como Humanidad a favor de la vida.
Todos somos iguales, todos formamos parte, todos vivimos en este planeta y es necesario volver a buscar esos altos valores de respeto e ideales que por algún motivo mezquino y material quedaron en el camino.





