Por Rosita Escalada Salvo “Todo aquello que ustedes miran como muy natural deberían aprender a cuidarlo. Porque ustedes son el futuro, un peldaño más en la escala de las generaciones” (Tutz Culmey Herwig).Palo Seco. Puerto León. San Alberto. Puerto Rico. Corría el año 1918; en la desembocadura del arroyo León se hace el intento de colonizar la zona. Un grupo de brasileños y un alemán: Enrique Günter, dos cuñados y el suegro ponen manos al proyecto. Pero no tienen éxito.1919: en las instalaciones que existían en el puerto San Alberto -precarias viviendas abandonadas- Carlos Culmey desembarca en la noche del 13 de junio; lo acompañan la familia de Jacobo Bischof, Clementina Naujorks y sus cinco hijos.Pronto se le unen varias familias, procedentes del Brasil y, algunos meses más tarde, su esposa, Luisa von Michaelis, y su hija Gertrudis.Beno Recziegel, apreciado vecino de la ciudad de Puerto Rico, se hace esta reflexión: “Cuánto habrá sufrido esta fina y delicada mujer, perteneciente a la nobleza alemana, al acompañar a su esposo aventurero, soportando privaciones propias de estas empresas colonizadoras, dejando atrás las comodidades de una vida holgada y tranquila…”Precisamente a la hija -Tutz- la conocimos cuando la ciudad de Puerto Rico cumplió sus jóvenes sesenta años. Por entonces, los organizadores Cleto Rauber, Alfonso Khun, Ricardo Frank y el padre Kraderovsky homenajearon a esta hija de un pionero que había viajado desde Porto Alegre, Brasil, donde residía. En sus memorias, ella recuerda este acto con agradecimiento, ya que esta fue la primera colonia fundada por su padre, don Carlos Culmey.Las compañías colonizadorasCabe recordar aquí el por qué de la venida de estos extranjeros que echaron cimientos a lo largo de la ruta 12. Europa estaba en plena crisis debido a la Primera Guerra Mundial. Brasil ya había propiciado una inmigración procedente de Alemania, pero luego la guerra de la Triple Alianza generó preocupación en los colonos asentados en territorio brasileño. Muchos volvieron a emigrar hacia las costas argentinas. Coincidentemente, el presidente Hipólito Irigoyen, propicia la recuperación territorial.Carlos Culmey constituye una sociedad: Colonizadora Alto Paraná Culmey y Compañía” y con cartas de presentación otorgadas por el padre Max von Lassberg se interna en tierras y selvas misioneras iniciando así su tarea de colonizador. La empresa había comprado tierras en San Alberto, Puerto Rico y Montecarlo y ofrecía a los colonos ayuda y distribución gratuita de semillas.La fecha de fundación de Puerto Rico es, en realidad, el 12 de noviembre; pero como su patrono es San Alberto Magno, la celebración se trasladó al 15 del mismo mes.Es interesante señalar que no se asentó en el puerto de San Alberto, como originariamente se propuso, por la falta de profundidad del río, que dificultaba la carga y descarga de mercaderías desde los barcos, por lo que se buscó otro lugar que se denominó Puerto Rico, por la riqueza de su profundidad y porque allí se conseguían huevos, pollos, queso casero, charque, mandioca y tabaco negro. La denominación oficial data del 19 de diciembre de 1919. Puerto Rico debió llamarse “Santa María”, que era el nombre propuesto por don Carlos, pero no prosperó la idea.Don Carlos CulmeyVida de novela, realmente, por muchas razones. Dejar la familia en Buenos Aires y largarse a la aventura, a principios del siglo XX; emprender un largo viaje vía fluvial, con escalas y luego embarcarse en el vapor “El Salto” para llegar hasta puerto San Alberto, donde pensaba construir una casa para traer a su esposa e hija.Pero entonces se enteró de que se tramaba un atentado contra su vida; así cuenta su hija: “Ya se había divulgado la leyenda de que ninguna bala lo acertaba. Eso se quería confirmar a través de un asalto contra su persona. Cuando cierta día uno de los agitadores subía el cerro en dirección a la casa improvisada de mi padre para provocarlo, éste estaba sentado frente a la puerta tomando mate. Dejó que el malhechor se le acercara y antes que este se diera cuenta de cómo sucedió, recibió de mi padre un puntapié tan violento que rodó cerro abajo como una bola, para aterrizar en el medio de sus compañeros”.Su fuerte personalidad se imponía incluso con su familia a quien de entrada dijo: “A arremangar las magas y a trabajar”, ni bien consiguió traerla. Tutz Culmey recuerda: “Mamá y yo fuimos en tren hasta Posadas y después en vapor por el río Paraná aguas arriba. Ya era de noche cuando atracamos en el puerto de San Alberto. Nuestra llegada a las nuevas regiones siempre acontecía de noche. Pero si en Buenos Aires nos rodeaba un mar de luces, aquí lo fuimos por un enjambre de luces. Parecían luciérnagas descendiendo mágicamente en largas filas el cerro. Eran los trabajadores con sus lámparas de querosene que venían a recibirnos y darnos la bienvenida. No era el viejo resplandor de la rica y civilizada metrópoli, sino el comienzo en la nueva colonización con la que hacíamos el primer contacto.Entonces mi padre nos llevó a lo que él consideraba la ‘vivienda terminada’. Cuando estábamos al frente, no vimos puertas ni ventanas, apenas aberturas que bostezaban. A nuestras miradas sorprendidas papá reaccionó con naturalidad y dijo su célebre frase: ‘A arremangar las mangas y a trabajar’.Como primera actividad mi madre cubrió las aberturas con sábanas, pues era necesario protegerse un poco de los ojos de las personas que continuaban paradas allá afuera admirándonos a mí y a mi madre como ‘animales extraños’. Para dormir había una sola cama. Nos animamos a preguntar cómo iríamos a dormir allí. En algún rincón quedaba una cama de campaña, que yo debía armar. Naturalmente, de inmediato me aprisioné un dedo y dije malhumorada a mamá: ‘Si papá está decepcionado con nosotras, me vuelvo de inmediato a Buenos Aires’. Pero ese favor él no nos hizo”.Tutz agrega: “Tal vez parezca exagerado que me exprese de esta manera, pero creo que fueron los cinco años más hermosos que vivimos juntos en el Alto Paraná. A pesar de la malaria que asoló durante algunos meses y de las demás dificultades, que es impensable separarlas de la vida de cualquier ser humano, tengo que confesar que los primeros años en el Alto Paraná fueron muy, muy hermosos”.La familia se trasladó luego a Brasil, donde don Carlos siguió con la fundaci&
;oacute;n de nuevas colonias. Datos personalesCulmey nació en Neuwied, Renania, en 1879. Hijo de un alto funcionario militar. Su madrina fue la princesa Elizabeth, luego coronada reina. Se recibió de ingeniero civil a los veinte años y continuó estudios en mineralogía. Se casó muy joven, pese a la oposición familiar; su esposa provenía de la nobleza alemana.En Brasil fundó 17 colonias y en Misiones 4: San Alberto, Puerto Rico, Capioví, Montecarlo.Falleció en 1939 cuando, bajo una torrencial lluvia acompañaba a una jangada, río abajo, hacia Santo Tomé. En la oscuridad de la noche erraron el brazo del río y fueron chupados por los remolinos; su yerno y dos empleados lograron saltar fuera de la embarcación, pero don Carlos no pudo salvarse. Todo esto sucedió a una hora de distancia de Iraí. Hasta el mismo presidente del Brasil Getulio Vargas ordenó su búsqueda. El cuerpo fue hallado tres días después, cerca de la costa argentina, por un pescador.Dicen que él había amado tanto a Argentina que al llegarle la hora, quiso acercarse a esta tierra.Al paso del cortejo fúnebre repicaban las campanas de cada población.El sepulcro de don Carlos y de Lisa, su esposa, se encuentra en Passarinhos, Brasil.





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