
La coyuntura económica que vive el país, pero especialmente el postergado Norte argentino donde se encuentra Misiones, pone a los trabajadores que lograron mantener sus fuentes laborales en una difícil situación financiera. Incremento en los combustibles, en las cuotas de las viviendas sociales, la inflación sobre la canasta básica alimentaria, la suba de la energía eléctrica, la posible suba del boleto de colectivos por el recorte de subsidios, la quita de descuentos en los de media distancia para beneficiarios, son cuestiones que afectan fuertemente a cualquier familia que lucha por no caer en la pobreza.
Sin embargo, hay miles de misioneros que no cuentan con un ingreso fijo, que la cabeza del hogar se quedó sin trabajo o le recortaron las horas de la jornada laboral que implica menores ingresos. Es allí donde el Estado debe apuntalar con mucho más esfuerzo las condiciones sociales de los vecinos en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Así, se supo ayer que Montecarlo amplió la base de beneficiarios de los servicios alimentarios de la cocina centralizada y reforzó la asistencia ahora con la entrega de cenas, además de los habituales almuerzos. Es tiempo que la dirigencia con responsabilidades de Gobierno planifiquen e instrumenten ayudas urgentes para los que necesitan de la solidaridad de todos en tiempos de crisis.
Especialmente cuando el panorama no es el más alentador respecto a la salida de una fuerte recesión, que sacude a la economía argentina, acompañada de una importante devaluación del peso frente al dólar que quita día a día poder adquisitivo a cualquier ingreso. Cuando las señales nacionales se basan en recortes de fondos y asignaciones para áreas importantes de la vida de los argentinos, en Misiones la señal debe ser inversa en el sector social (salud, educación, asistencia social). En las crisis se ponen a prueba las capacidades de gobierno.




