El Gobierno nacional se encargó ayer de encarar otro montaje para tratar de convencer a los argentinos que la economía no va tan mal. Por eso, durante todo el día, se fogoneó la recalificación del país como país emergente por parte de la Morgan Stanley Capital International (MSCI).
Mientras el país sigue esperando el tan promocionado segundo semestre y la lluvia de dólares que prometió la gestión de Cambiemos, no faltaron los dirigentes y funcionarios que aseguraron sin ponerse colorados que ahora sí llegarán las inversiones.
En medio de las fuertes deudas que tiene la Argentina, de las Lebac que siguen siendo el mayor dolor de cabeza (ese invento financiero que creó Struzenegger y que Caputo no logró desactivar el martes), los vencimientos de los servicios de la deuda externa y las continuas corridas de la moneda estadounidense; la declaración de emergentes sirve al oficialismo como figura de salvavidas al igual que la remisión de los primeros 15 mil millones de dólares que remitió el Fondo Monetario Internacional (FMI) como parte del primer (y único por este año) desembolso del crédito por algo más de 35 mil millones.
Y, si a deuda se refiere, la calificación de país emergente, sirve más que nada para conseguir mejores tasas internacionales para tomar deuda. Algo que Caputo como ministro de Finanzas ha demostrado como principal acción de gobierno. Pero hoy, en un marco de endeudamiento histórico, debe dejar de ser una constante.
Los especialistas más esperanzadores anticiparon que la recalificación financiera argentina podría generar ingresos al país de entre 3.500 y 7.000 mil millones de dólares (dependiendo del analista que fue consultado durante la jornada de ayer por los diferentes medios). Si de Lebac solamente se deben alrededor de 40 mil millones, ¿cuánto impacto puede tener este logro.
Al menos, para la mirada financiera, emergimos. Aun a la deriva, a la espera de un barco con un rumbo más claro.
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