El proyecto del Gobierno nacional de reforma tributaria que ingresó ayer al Congreso, contempla la suba de hasta un 17% en los impuestos a las bebidas gaseosas. Esto generó una reacción de la gran multinacional de bebidas azucaradas, pero a la par es visto por los profesionales de la nutrición como una buena medida para reducir el consumo de las mismas y su consecuente efecto en la salud de los consumidores. PRIMERA EDICIÓN dialogó con Miguel Cristanchi, licenciado en Nutrición, quien comentó que la suba de los impuestos a las bebidas gaseosas es una recomendación que viene haciendo desde hace mucho la Organización Mundial de la Salud (OMS), para contribuir a reducir las tasas de obesidad en el mundo. El profesional explicó que con una ingesta pequeña de una bebida azucarada se aportan muchas calorías al organismo. “Un vaso de entre 200 y 250 cm3 está basado en calorías a partir de azúcares simples. Ese es justamente el consumo que nosotros los nutricionistas recomendamos a los pacientes y la población que los bajen. Por otra parte, esto tiene aporte de sodio, que es un ingrediente al que el consumidor no le presta mucha atención. Se hace mucho hincapié en la cantidad de azúcar pero no en el sodio con todo lo que eso implica”. Indicó que ese tipo de análisis por ingredientes lo pueden hacer los profesionales de la nutrición, pero en general la gente no lo tiene en cuenta cuando consume o le da una gaseosa a un chico. Referido al agregado de sodio que tienen las gaseosas, Cristanchi detalló que la función de este químico es darle un mejor sabor a los alimentos, en este caso a las gaseosas que, sumado al azúcar dan un gusto casi irresistible al paladar. Pero tiene en contra ser capaz de generar una fuerte vasodilatación, que altera la presión arterial principalmente. En base a los efectos de las bebidas azucaradas y los dulces, dijo que ya es evidente que cada vez más y a menor edad se encuentran niños con sobrepeso. De hecho, comparado a otros países de Latinoamérica, Argentina está en el primer lugar respecto a problemas de obesidad, sumado a la hipertensión y la diabetes. “Debemos empezar a corregir fuertemente estas cuestiones porque de lo contrario, a causa de la alimentación, cada vez más personas van tener problemas de salud a futuro”. Sobre el tema impositivo, el licenciado opinó que más allá de la suba del gravamen, “bueno sería que el Gobierno nacional destine parte de esos fondos a los procesos que redundan en la educación alimentaria. Ya sea desde los medios de comunicación, pero principalmente en las escuelas”. Respecto a la amenaza del gigante global de las bebidas colas que advirtió al Gobierno de no invertir mil millones de dólares si se aprueba ese impuesto, Cristanchi sopesó los pros y las contras de ello. “Si van a ceder y permitir que las empresas no tengan un recorte en sus ganancias a costa de la salud de la población, es preferible que no inviertan”. Lo que parecería quedar claro es que de aprobarse la iniciativa impositiva, esto va generar un beneficio en la población. “Las gaseosas van a estar más caras, y es probable que se consuma menos. Esperamos que se vuelquen al consumo de productos más saludables. El marketing de la industria alimenticia los ha hecho ganar mucho dinero a costa de la salud de la población”, remarcó el profesional. Además, una cuestión cultural Cristanchi alertó que cada vez mucha más gente incorpora las bebidas azucaradas en su alimentación. “Lejos de darle un vaso de agua cuando tiene sed, los padres lo que hacen es darle una botella de gaseosa. Cuando a menor edad una persona comienza a consumir estos productos, esto se vuelve un hábito. En cambio, si desde muy pequeños los productos que se le dan al niño son saludables, o sin agregados de azúcares industriales, a lo largo de la vida es más difícil que demande este tipo de ‘alimentos’ que a lo larga terminan siendo nocivos”. Finalmente recordó que “décadas atrás, el consumo de gaseosas o productos industrializados se daba durante el fin de semana o en los cumpleaños. Hoy vemos que en el juego de oferta y demanda, se ha vuelto una cuestión cultural y es normal ver a un chico consumiendo dulces todos los días. Algo muy alejado del consumo de frutas, agua o jugos naturales que es lo recomendado.
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