Las historias siempre nos dejan mensajes a través de sus personajes, estos pueden ser: reales, imaginarios, personas o animales. Esta historia trata de “Coqueta”, una pequeña perrita que nació y se crió en las calles. Los vecinos le daban un poco de comida y esta simpática perrita iba todas las tardes a jugar con los chicos en la plaza. A pesar de que nunca tuvo un techo sobre su cabeza o un abrigo que la protegiera de los duros inviernos, ella siempre jugaba con los niños del barrio y caminaba entre los transeúntes como una más. Era increíble verla sentada en la esquina esperando que cambie la luz del semáforo para poder pasar, esa simple acción enseñaba que ella era diferente, era alguien especial que no tenía maldad, ni rencor de su realidad, al contrario ella todos los días devolvía a los vecinos su ternura y simpatía.Pero los años pasaban y Coqueta nunca pudo superar el miedo a las tormentas, cuando el cielo se oscurecía, comenzaban a soplar los fuertes vientos y se escuchaban los primeros truenos, el pobre animal comenzaba a correr y buscar refugio. Los habitantes de ese pequeño rincón de la ciudad no podían darse una idea del miedo que tenía ese pobre animal, su corazón latía con fuerza y sus ojos grandes transmitían una fuerte desesperación. Algunas veces se acurrucaba bajo el banco de una plaza, otras debajo de algún auto estacionado o el techo de alguna marquesina. Pero nada era suficiente, solo Dios sabría los ruegos del animal para que pare la tormenta y que todo vuelva a la normalidad y así Coqueta podía volver a jugar con los niños del barrio, que era lo que más le gustaba. Pero las personas no son todas iguales, incluso algunas llegan hasta el límite de la perversidad y no tienen misericordia de nadie, ni siquiera de un pobre animal. En una oportunidad, se desató un fuerte temporal sobre la ciudad que tiró abajo árboles, postes de luz y provocó la voladura de techos en muchos hogares. Fue así que la pequeña perrita buscó refugio, su experiencia en las calles le enseñó que aquella tormenta iba a ser más fuerte que otras. Es así que en su desesperación corrió por todo el barrio buscando refugio, cruzó la plaza raudamente en busca de algún rincón seco que la protegiera. En eso vio un portón abierto y sin dudarlo entró, subió una escalera y empujó una puerta semi abierta y se metió debajo de un sofá.Lamentablemente, no se dirigió a un buen lugar porque el morador de esa pequeña habitación tomó un palo y comenzó a pegar al animal para que salga, sin importarle donde iría o el miedo que sentía esa indefensa mascota. Ni siquiera le importó el amor que esa perrita brindaba a los niños del barrio, Coqueta tampoco entendió por qué la estaban lastimando con tanto odio, si ella solo quería protegerse de la lluvia. Fue así que a pesar de los fuertes golpes, ella como pudo llegó hasta debajo de su viejo árbol de la plaza y quedó acurrucada en medio del intenso temporal que se abatía con toda su furia. Pero la vida es sinónimo de oportunidad, al otro día, una mujer que tenía una pequeña casa frente a la plaza, salió a caminar y encontró al pobre animal acostado sin poder levantarse, por los fuertes golpes que había sufrido. Entonces la mujer, con ayuda de algunos niños la levantó y la llevó al veterinario del barrio. Por suerte el profesional les dijo que no tenía ningún hueso roto, pero sí muchos traumas por los golpes y que estaba un poco desnutrida. Han pasado muchos años de aquel suceso, hoy Coqueta vive con la señora que le salvó la vida, descansa en un pequeño canasto con un suave colchón, donde ya no pasa frío. Todas las tardes la mujer abre el portón para que el pequeño animal salga a jugar con los niños en la plaza. Aún Coqueta no pudo superar su miedo a las tormentas, pero sabe que cuando se escuchan los primeros truenos, ella trepará inmediatamente al regazo de su dueña para sentirse protegida.PorRaúl Saucedo [email protected]
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