Una investigación analizó la contribución del sistema bancario al desarrollo económico del país, y concluyó que los recursos financieros fluyen preferentemente a actores tradicionales, a sectores consolidados y a los territorios más avanzados, de manera que no contribuyen al desarrollo de las regiones más postergadas, como el norte. El estudio determinó que el centro del país recibe las mayores inversiones que le permiten reafirmar su liderazgo tecnológico e industrial y la concentración territorial de la actividad económica.“Contribución del Sistema Financiero al Desarrollo. Un diagnóstico en 4D” es el nombre de una investigación realizada por el licenciado Agustín Kozak Grassini, docente de Política Económica de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE).El estudio sobre el sistema financiero se llama “Diagnóstico en 4D” porque analiza la actividad financiera desde cuatro dimensiones o pilares: “cuantitativa” (¿es adecuado el monto prestado por los bancos?) y “sectorial” (¿privilegia nuestro sistema financiero aquellas actividades que pueden promover la diversificación de la estructura productiva, su integración y su modernización?).También se evalúa una “dimensión actoral” (¿el sistema financiero permite quebrar lógicas de acumulación concentradoras de riquezas?). Y, finalmente, un aspecto “territorial” (¿el otorgamiento de préstamos realizados por la banca ayuda a romper con el patrón de crecimiento divergente que muestran las regiones prósperas y las empobrecidas?) que atraviesa especialmente al resto de los ejes.Consultado acerca de lo observado respecto del aporte del sistema financiero al desarrollo económico, Kozak Grassini explicó a Argentina Investiga que el sistema financiero en cualquier economía tiene entre sus funciones básicas “suavizar la trayectoria de consumos de los individuos y canalizar el ahorro hacia los usos más productivos”. El sistema financiero, en teoría, es capaz de asignar recursos excedentes entre las mejores oportunidades de inversión identificadas. Pero el sistema financiero como elemento central para poner en marcha un proceso de acumulación en sentido amplio, “en Argentina se encuentra mal configurado”, según considera el investigador, en base al estudio realizado. En el trabajo se corroboró que los recursos financieros fluyen preferentemente hacia actores tradicionales, a sectores consolidados y a los territorios más avanzados. Así, antes que inducir al cambio estructural, los bancos contribuyen exactamente a lo contrario. En esta realidad, los bancos no contribuyen a un mecanismo de ahorro-fondeo de largo plazo y no hay una canalización de estos recursos hacia los proyectos productivos con mayor retorno social. “No es intención de este trabajo demonizar al sistema financiero por no cumplir eficazmente su rol. Esto es lógica de mercado pura; lo que señalamos es que este sistema, en Argentina, no constituye una herramienta eficaz de desarrollo” aclara el investigador.Agrega que la responsabilidad de que ello no haya ocurrido no es de los bancos, sino que el Estado debe intervenir en su calidad de promotor del desarrollo para introducir las regulaciones que sean necesarias, que permitan compatibilizar el interés privado de los bancos con el de la sociedad en su conjunto.Contexto Según explica Kozak Grassini, de acuerdo con datos oficiales, en Argentina el sistema financiero presta poco en relación a otros países de la región y muy poco en relación a los países desarrollados. Consistentemente con ello, la banca muestra niveles exagerados de liquidez.En relación a la dimensión territorial, se resalta que el sistema financiero contribuye a consolidar los patrones de crecimiento divergentes. El centro del país recibe mayores inversiones que las regiones rezagadas y, en consecuencia, las mayores inversiones les permiten reafirmar su liderazgo tecnológico e industrial y la concentración territorial de la actividad económica, al tiempo que torna más improbable el desarrollo de las regiones periféricas como el norte. La actividad bancaria se encuentra tremendamente concentrada. En la actualidad, cinco provincias explican más del 85% de los depósitos y el 84% de los préstamos. Se trata de Capital Federal, Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. El 15% y 16%, respectivamente, se distribuyen entre las 19 jurisdicciones restantes. “El grueso del financiamiento se otorga en las mismas cinco jurisdicciones en que se produce el ahorro. Casualmente, también se trata de las provincias más productivas del país, por lo que es evidente que el sistema no produce una redistribución territorial de los recursos” sostiene el autor de la investigación. El hecho de que haya más crédito donde mayor capacidad de ahorro hay habla de la ausencia de un rol redistributivo por parte de la banca.Respecto de la asignación sectorial de los créditos, se evaluó en el estudio qué tan proclive es el sistema financiero para conceder recursos a los sectores productivos, en particular, los industriales y muy especialmente, a los bienes de capital. Las estadísticas revelan un sistema volcado al préstamo para el consumo, inclinación que se intensifica luego de 2001. Es que cuanto más pobre es la región, menor es la importancia del crédito a la producción y mayor es la incidencia del crédito al consumo. Ante la falta de un aparato productivo sólido, el financiamiento no hace más que reproducir la lógica de dependencia de las provincias más pobres en cuanto al abastecimiento de casi todo, como por ejemplo las norteñas.Los bancos prefieren financiar al consumo: un 65% de la cartera de préstamos en promedio está afectada a los créditos personales que se asocian a actividades de consumo directamente. La alta propensión a financiar al consumo se asocia a una debilidad de los sectores productivos. En la investigación se analizó, además, el flujo de créditos que se asigna a las empresas (pymes o grandes) y si se trata efectivamente de préstamos para inversión. Provincias del norte En un apartado del estudio se analizó el rol de los bancos en las provincias del norte, y se concluyó que los bancos prefieren financiar al consumo: un 65% de la cartera de préstamos, en promedio, está afectada a los créditos personales que se asocian a actividades de consumo directamente. Las actividades de servicios y comercio suelen estar indirectamente asociadas a consumo y en promedio representan 16% más. Es decir, que más del 80% de los préstamos financian, directa o indirectamente, al consumo. La alta propensión a financiar al consumo se asocia a una debilidad de los sectores productivos: las provincias que más financian consumo son aquellas en las que el Estado más interviene para contener a la masa laboral excedente por deficiencia de su sector privado para generar la cantidad adecuada de puestos de trabajo. Los créditos legitiman la tendencia a la desintegración de la estructura productiva: la irrupción de nuevas actividades co
mo la soja y el girasol ha desplazado a actividades más tradicionales, basadas en las economías regionales en las cuales se daba valor agregado a los recursos naturales.
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