En la nota anterior citábamos a Satyananda refiriéndose al Yoga como unión profunda con uno mismo, primer paso hacia la integración armónica del individuo con su entorno para experimentar desde allí la unidad con el Cosmos, con la totalidad. Luego describíamos la visión ecológica y holística de las ciencias modernas expuesta por el físico Fritjof Capra, quien expresaba que el nuevo paradigma de la ciencia tiene paralelos sorprendentes con la antigua sabiduría de Oriente en la comprensión del Universo como un Todo. Ahora leamos lo siguiente:“En las fases más primitivas del desarrollo de la civilización los conceptos del hombre eran esencialmente más de totalidad que de fragmentación. En Oriente, especialmente en la India, estos conceptos todavía sobreviven en el sentido de que ponen de relieve el concepto de totalidad y presuponen la futilidad de analizar el mundo en partes. ¿Por qué, pues, no abandonamos nuestra manera de ver fragmentaria occidental y adoptamos estas nociones orientales que, no solamente incluyen un concepto del mundo que se aparta de la división y fragmentación, sino que también cuentan con técnicas de meditación que llevan todo el proceso operativo, de un modo no verbal, hacia el estado tranquilo de flujo ordenado y suave que necesitamos para terminar con la fragmentación, tanto en el proceso real de pensamiento como en su contenido?”Estas son palabras de David Bohm, uno de los físicos cuánticos más notables de la segunda mitad del siglo XX, expresadas en una obra fundamental del nuevo paradigma científico: La Totalidad y el Orden Implicado. Su cosmovisión propone que debajo del “orden desplegado” o manifestación accesible y mensurable de la realidad, hay un “orden implicado” por el cual en cualquier elemento del Universo está contenida la totalidad del mismo, que incluye tanto materia como conciencia. Consecuentemente, propone asimilar la gran sabiduría del pasado (tanto de Oriente como de Occidente) acerca de la totalidad inmensurable, y avanzar hacia una percepción nueva y original aplicable a la condición actual de nuestra vida. Para ello considera importante conocer las técnicas empleadas en las diferentes formas de meditación que nos acercan a lo inmensurable, es decir, un estado de la mente en que el hombre deja de sentirse separado de la realidad total.Pero previamente, dedicando atención y energía creativa ha de introducir claridad y orden en lo externo y en lo interno, como la salud del cuerpo, la moderación en la acción y la observación, no sólo del mundo como un todo, sino del instrumento de esa observación que es el pensamiento. De ese modo, sostiene David Bohm, lo mensurable y lo inmensurable estarán en armonía como maneras diferentes de considerar el todo único y no dividido. “Y cuando prevalece esa armonía, no sólo se puede tener una intuición del significado de la totalidad, sino que, lo que es mucho más importante, puede uno darse cuenta de la verdad de este concepto en todas las fases y aspectos de la vida”.Inmersos en la totalidad –nos dice ahora el maestro Iyengar-, en aquello de donde surgimos, aquello en lo que respiramos, aquello en lo cual llegaremos a disolvernos; a partir de una postura física estable y agradable; habiendo adoptado una pauta de respiración rítmica, lenta y profunda; cuando la mente se aquieta; cuando el aliento del individuo (jivatma) se armoniza con el aliento cósmico del Espíritu Universal (Paramatma) del que es parte indivisible; cuando no subsiste el sentido del “yo” o de “lo mío”; cuando cuerpo, mente y espíritu reposan habiendo alcanzado el verdadero Yoga, sólo existe la experiencia de la consciencia del Todo y de una inefable alegría; hay una paz que sobrepasa toda comprensión. Este estado (samadhi) sólo puede ser expresado por un profundo silencio.Y la Totalidad es aquí y ahora, simplemente. Namasté.ColaboraAna Laborde Profesora de Yoga [email protected]
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