Llegar a la Escuela 706 no es fácil. Cuando llueve, los 15 kilómetros de camino de tierra que la separan de la ruta 14 se vuelven casi intransitables, y el único servicio diario de transporte interurbano no llega a la zona. No hay Internet ni alumbrado público, no hay presencia de servicios de seguridad y la señal de teléfono es limitada. Sin embargo, esta escuela, una de las tres instituciones rurales de la Colonia Río Victoria, un paraje en San Vicente, recibe diariamente a 65 alumnos de nivel primario, dos docentes y 14 alumnos de nivel inicial con un docente itinerante.Se trata de un contexto desventajoso para promover la asistencia a clase, al que se suman otras problemáticas propias de las zonas rurales, como la frecuente exposición de los chicos a los riesgos del trabajo infantil. Elena Fernández es directora y docente de la institución. ¿Cómo promueve la permanencia en las aulas y qué la motiva a desafiar los obstáculos de la educación rural? Lo explica en esta entrevista con PRIMERA EDICIÓN:Elena, ¿por qué eligió dedicarse a la docencia?Fue por casualidad. La idea era terminar quinto año y estudiar psicopedagogía en Posadas. Pero vino la crisis de los 80, entonces decidí estudiar magisterio para poder después bancarme la carrera que quisiera. Pero la historia fue diferente. Al día siguiente de haberme recibido, me fui a San Vicente. Empecé a trabajar en la Escuela 9 de Bella Vista. Me gustó, me enganché y eso se transformó en mi vida. En la Escuela 706 estoy hace cuatro años.¿Cómo era la escuela cuando comenzó a trabajar y cómo es ahora?Cuando comencé a trabajar, la Escuela 706 era diminuta, carente de espacio suficiente para albergar a una interesante matrícula heterogénea (sobre edad, repitencia, deserción, abandono). Lo primero que hicimos fue involucrar a los padres ya que esta problemática tenía su justificación en la necesidad de mano de obra en la producción de tabaco, que requería dedicación de toda la familia. Por eso, concurrir a la escuela no era prioridad, en algunos casos. Comenzamos a acercarnos mutuamente, trabajamos en proyectos de huertas, ropero escolar, panadería, se pusieron en prácticas jornadas en las cuales se concientizaba a los padres sobre la importancia de velar por la formación integral de los niños, derechos del niño y obligaciones de los padres. Hoy sentimos una gran satisfacción ya que tuvimos muy buenos resultados en el último operativo Aprender y la repitencia disminuyó notablemente. Los chicos permanecen diariamente en la escuela en el horario de jornada extendida, reciben todos los servicios. Esto es posible gracias a aportes del programa Porvenir NEA, de los padrinos “Juntos a la par”, del apoyo-acompañamiento de un gran equipo docente y del supervisor Sartori, y especialmente de numerosas familias que están muy comprometidas con la escuela.Hoy en día, vemos que el director y docente es referente inmediato de la comunidad ¿Es así?El maestro rural, no sé si es un referente, pero es más que un maestro, es asistente social, psicólogo, gestor. Al ser la escuela la única institución en el paraje, las familias recurren por diferentes motivos y obviamente estamos dispuestos a ayudar en lo que esté a nuestro alcance, pero sin olvidar que nuestra función es la de enseñar. ¿Hay un modelo pedagógico propio para el trabajo en la escuela rural?Nosotros debemos asegurar que los chicos reciban la enseñanza de contenidos mínimos comunes a todas las escuelas del país pero con adaptaciones de acuerdo a nuestra realidad. Allí es donde se pone en juego la capacidad creativa docente para apostar a un aprendizaje significativo. Muchas veces el éxito de un alumno depende de la dedicación y entrega del maestro, un maestro con un gran sentido de responsabilidad, convencido de que la función docente va más allá del aula. ¿Cuál es su abordaje para favorecer la permanencia de los chicos en la escuela?Primero pensamos en hacer de la escuela un espacio donde el chico se sienta bien, hablamos de un ámbito pedagógico agradable y provechoso con agrupamientos pensados según los niveles, las planificaciones de contenidos y actividades flexibles. Tenemos alumnos con realidades particulares y cuando detectamos riesgo de abandono o repitencia tratamos de averiguar qué ocurre, visitamos a la familia, indagamos si las faltas se deben al trabajo infantil, se planifican actividades para que mejore su rendimiento escolar. También hemos conseguido becas para alumnos destacados en asistencia y promedios. Tratamos de brindarles una formación integral, a pesar de no contar con horas especiales, siempre nos ingeniamos para cubrir esas demandas. Con ese fin, desde 2016, la Escuela 706 puso en marcha los Talleres a Contraturno, que son parte del Programa Porvenir, implementado por Asociación Conciencia con el apoyo de Massalin Particulares. Funcionan de junio a diciembre en el período de mañana o de tarde, según el caso, para complementar la jornada escolar simple y promover la permanencia de los chicos en la escuela. Hoy se han registrado mayores porcentajes de asistencias y de entusiasmo por las tareas escolares, el diálogo se ha vuelto frecuente en la resolución de conflictos entre pares. Los padres se muestran más comprometidos y comparten responsabilidades con la escuela, en cuanto a la formación de sus hijos.¿Cómo es un día habitual en su vida?Me levanto a las 6 de la mañana y hago todas las actividades previas antes de salir de casa. Mi marido también es docente y tenemos dos hijos grandes, entonces mi casa no me condiciona mucho, tengo tiempo libre para dedicarme a las actividades de la escuela. Salgo a las 7, paso por Supervisión, dejo papeles, busco información, me encuentro con colegas, nos intercambiamos datos, paso por el supermercado a hacer las compras del comedor y hago algunos trámites. Cuando llego a la escuela los días de taller a contraturno, me ocupo de los chicos que vienen con sus hermanitos hasta que llegan los profes. Trato de tener todo lo que sea administrativo al día y por ahí viene un papá que necesita algún certificado o ayuda particular. Analizamos algunos temas con Karina, la portera o con Lili, la cocinera, armamos el menú semanal y hacemos presupuestos. También hablamos con la maestra Mariana Cydejko, me cuenta en qué está trabajando o me pide consejos, por ejemplo qué hacer con un chico que no está viniendo. Tenemos dos recreos de 15 minutos entonces aprovechamos cuando podemos para hablar de esos temas. También durante los recreos, dos veces a la semana, los chicos tienen por grupos un proyecto de radio escolar y de lecturas. Estas actividades se potencian con los talleres del Programa Porvenir. ¿Qué relación tiene con los chicos? ¿Qué significan ellos para usted?A mí me interesa mucho conocer qué les pasa, qué quieren, qué les gusta. Me parece que es muy difícil lograr un equilibrio, poner los límites necesarios y estimularlos a ser. Entender que el respeto tiene que ver más con la admiración que con el miedo, no es s
encillo para el adulto. Para ellos somos personas importantes, se alegran con cualquier detalle, como una felicitación de la maestra.¿Qué mensaje o reflexión quisiera compartir desde su experiencia como maestra?Una vez me dijeron una frase que no podría representar mejor lo que creo con todo mi corazón: “donde hay un maestro, hay una esperanza”. El maestro está preparado para enfrentar situaciones como ésta, en un lugar desfavorable, tiene la capacidad para organizar, para crear cosas de la nada. A mí me gusta lo que hago, estoy orgullosa de ser maestra rural.
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