Cuando organizamos la excursión a Tánger desde Málaga (España) no sabíamos con qué nos encontraríamos. Nos preocupaba el tema del dinero, aunque el paseo incluía el almuerzo en un restaurante típico. Tánger está en el extremo Norte de Marruecos, es la principal puerta de entrada al país, porque está más próxima al continente europeo, en pleno estrecho de Gibraltar. Hoy damos un paseo por el centro antiguo de la ciudad donde todo se conserva como en la época antigua, la de los sultanes. La moneda marroquí es el Dírham, pero aceptan euros. Solo tenés que llevar cambio, monedas y billetes chicos. Como todos saben que se acerca un contingente de turistas, poco a poco los vendedores ambulantes se van acercando. Al principio un poco tímidos, pero luego se vuelven insoportables y si le compraste algo a alguno de ellos entonces te convertís en “potencial” cliente para ¡todos!Imposible no detenerse a mirar las pulseras de diseños árabes, con detalles en piedras de colores o sin ellas. La mano de Fátima o Khamsa no falta en ningún lado, la hacen en todas las formas, tamaños y colores. Para ellos es el amuleto por excelencia, le atribuyen la protección de todos los males, hasta te quita o aplaca la ira. Es que su origen está en que Fátima era la hija del profeta Mahoma y su historia es conmovedora. Uno de los vendedores al que le compré unas chinelas típicas me regaló una de bronce, se notaba que la tenía desde hace tiempo, me la puso en la mano y me dijo: “Para su protección”. Así son, amables, compradores (de emociones), acá diríamos “verseros”, tanto que terminás dejando todo el dinero que llevaste. Lo del regateo puede funcionar para quien tiene ganas, pero no hace falta porque si les decís que no tenés dinero solitos te bajan el precio hasta convencerte. Todo es barato en relación a los precios de Europa, las lámparas hechas de bronce o de latón cuestan desde 5 euros. Ellos siempre especulan con un precio alto y de 100 euros podés llegar a pagar 10 por alguna vasija. En la calle, al mediodía, las mujeres hacen las compras para la casa, mientras los hombres se sientan en el bar a tomarse un aperitivo. Con 100 euros podés comprar muchos recuerdos.
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