En los sucesivos encuentros se despliegan por lo general, proyecciones optimistas en las que no siempre -con el correr de los meses- las partidas se juntan con los recursos previstos inicialmente; aunque simultáneamente van surgiendo datos que ponen signos de interrogación sobre un aspecto central: la merma en los envíos de recursos nacionales, ejemplo de lo cual, fue la exposición del titular del IPRODHA, Santiago Ros, que no ocultó su disconformidad por las deudas y los atrasos en los envíos de recursos de la Nación.Tomando nota de la experiencia de este año, Ros elaboró una pauta presupuestaria estimando una caída de los recursos de origen nacional del 23,5%. Como ya se dijo, el optimismo es regla en la estimación presupuestaria y, ante esa importante caída, la Provincia aumentaría la inversión en un 60,7%. Esta decisión de salir a rellenar los espacios vacíos que deja el virtual retiro de la Nación de muchas asistencias y programas previamente pautados, o por la vigencia de derechos constitucionales, como es el caso de las pensiones por invalidez, merece destacarse. No queda claro, igualmente, hasta cuando la Provincia podrá sostener en la práctica esta constante que obliga a desembolsos mayores de los previstos. El requisito de una gestión austera de los recursos tiene sus límites cuando, como sucede en el caso del IPRODHA, cuyo titular presentó también un panorama preocupante, se retacean fondos que legítimamente corresponden a la Provincia. Del tratamiento legislativo del Presupuesto se desprende legítimamente esa pregunta; como también que el alto nivel de dependencia de la Nación y el repliegue que impulsa el macrismo, desentendiéndose de compromisos asumidos, son dos caras de una misma moneda; o de un mismo problema. Se impone así, a través de datos concretos, un cuadro de situación en que, quiérase o no, la tensión Nación-Provincias se instala en el lugar central que ya ocupara en los noventa.
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