Ellos pusieron a Misiones en el mapa del país en Matemática y dejaron el listón bien alto para las generaciones que siguen. Se los calificó como la “generación de oro” de la Matemática.Hoy tienen más de 20 años y, esta vez, son sus padres los que se reunieron para hablar con PRIMERA EDICIÓN junto a la profesora de matemática Carmen Ríos, que esta semana se jubiló como docente pero seguirá como secretaria regional adjunta de la Fundación Olimpíada e Matemática Argentina (OMA). Aunque el primer campeón olímpico en Matemática fue el misionero Sebastián Freyre, esta disciplina recién se instaló en los medios misioneros en 2003 cuando el por entonces el alumno secundario, Nicolás Romero, llegó al nacional de la Olimpíada de Matemática Argentina y, al año siguiente, viajó a Grecia para al Mundial de Matemática. Fueron los adelantados de la llamada “generación de oro” de la Matemática de Misiones, integrada por Alfredo Umfurer, Federico Meier, Alejandro Pedrozo, Alejandro Candioti y Pablo Albani, todos ellos representaron a la provincia en campeonatos nacionales e internacionales y trajeron numerosas medallas y reconocimientos. ¿Qué pasó con estos jóvenes? ¿Hubo un antes y un después para ellos? PRIMERA EDICIÓN reunió a la madre de Nicolás Romero, Gladys Quintana; de Federico Meier, Dora Farías; de Alejandro Pedrozo, Lilian Duarte; de Alejandro Candioti, Andrea Seidel, al papá de Pablo Albani, Oscar Albani; y a la docente Carmen Ríos que los vio crecer, ayudó en su entrenamiento y viajó con ellos en cada uno de los campeonatos. La actualidad de los campeonesNicolás Romero (29) egresó de la Universidad de Buenos Aires (UBA) como ingeniero químico y hoy trabaja en una empresa petrolera en Neuquén, donde se casará en dos meses. Federico Meier (22) está cursando el quinto año de Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC); Alejandro Pedrozo (25) también se recibió como ingeniero químico en la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y estudia el doctorado en Bahía Blanca. También tiene planes de boda para este año. Alejandro Candioti (22) estudia la Licenciatura en Computación en la UBA y trabaja en una empresa de ese rubro para poder pagarse su carrera. Pablo Albani (27) se recibió como contador en la Universidad Católica, luego se especializó en mercados de capitales en la UBA e hizo la maestría de Maestría en Data Mining en la Universidad Austral (en 2016 ganó el Mundial de Ciber seguridad en Japón y este año ganó una competencia de data maning en la Universidad de Cambridge), Alfredo Umfurer (23) estudia Ciencias de la Computación en la UBA y ya participó en dos oportunidades en el Mundial de Programadores. La mirada de sus padres“Federico hizo la secundaria con orientación en Ciencias Naturales en la Comercio 6 y a sus compañeros de la facultad, la mayoría de ellos egresados de escuelas técnicas, siempre les llamó la atención que supiera tanto Matemática y Física. Cada vez que le preguntaban cómo sabía tanto, él les respondía: ‘olimpíada de matemática’. Sin dudas, participar de la OMA le marcó una diferencia importantísima en la facultad”, señaló su mamá, Dora Farías. En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, los padres coincidieron que no se trata solo del entrenamiento que recibieron en Matemática, sino de todo lo que aprendieron al ser parte de un equipo donde el compañerismo y la camaradería están por encima de cualquier otra cosa. No es casual que estos chicos provenientes todos de escuelas y realidades socioeconómicas bien distintas siguen siendo hoy buenos amigos. Tampoco es coincidencia que llamen a la profesora Ríos su “segunda mamá”. Ella siempre encabezó (y lo sigue haciendo) las gestiones para conseguir pasajes y estadía para que los alumnos puedan participar de las olimpíadas; y en más de una ocasión recibió en su casa a los chicos del interior y se ocupó de que tuvieran ropa y zapatos para viajar. Ríos acompaña a los alumnos en todos sus viajes, “obviamente, son chicos normales que actúan como cualquier otro por lo que muchas veces tenía que marcarles límites”, recordó. Compañerismo “El espíritu de la OMA es de compañerismo, nadie mira la marca de la ropa o de la zapatilla del otro. No se llaman por apodos que resaltaran una característica física, son muy respetuosos entre ellos y eso les ayuda a entablar una hermosa amistad que perdura con los años. Nicolás ya tiene 29 años y sigue siendo amigo de todos los chicos y, para él, Carmen es como su segunda madre”, contó Gladys Quintana, que tiene a otros tres hijos que se destacaron en la OMA: Patricia (ingeniera en informática y licenciada en economía), Fernando (estudiante de Ingeniería Civil) y Alejandro (estudiante de Ingeniería Electromecánica). “Todos mis hijos estudiaron en una escuela pública, en la Normal Estados Unidos del Brasil. Como madre, se puede decir que dediqué muchas horas para acompañarlos no solo en la OMA y en Taekwondo (tres de sus hijos fueron campeones mundiales), ¡también en la estudiantina!”, recordó Gladys con cariño. También Lilian, la mamá de Alejandro Pedrozo, recuerda los años en que su hijo participó de la OMA como uno de los más importantes en su desarrollo, “con mi esposo, siempre nos preguntamos qué hubiera sido mi hijo sin esa experiencia. Estaba en cuarto grado cuando se anotó por primera vez en la olimpíada de matemática y nos sorprendió mucho porque era muy inquieto, difícilmente se lo veía sentado. Desde entonces no paró, creo que su vida está marcada por esta experiencia. Es increíble como adquieren conducta de estudio, siempre se juntaban a practicar o a resolver desafíos matemáticos”, confió. “Aprenden a defender ideas” Para poder entrenarse (la mayoría de las veces en la UBA) antes de las competencias nacionales e internacionales los chicos debían resolver el tema de la estadía y, nuevamente, la camaradería era la moneda corriente. Según recordó la mamá de Alejandro Candioti, Andrea, “no sabíamos como decirle a nuestro hijo, que por entonces tenía 15 años, que no podíamos mandarlo al entrenamiento en Buenos Aires, para ir al mundial. Entonces, nos aseguró que un tal Matías, estudiante universitario exolímpico, lo recibiría en su casa y nos puso al teléfono con su futuro anfitrión que nos prometió cuidarlo y esperarlo en Retiro. Siempre son muy solidarios entre ellos, no solo entre los que hoy están en la OMA sino también los que alguna compitieron, pues la mayor&
iacute;a de ellos hoy siguen siendo parte de una u otra forma”. “Las olimpíadas los prepara a exponerse a exámenes, ellos pierden el miedo a presentarse y eso los ayuda mucho en la universidad”, analizó Oscar, papá de Pablo Albani. “Aprenden a defender sus argumentos porque, desde muy chicos, tuvieron que defender el modo en que desarrollaron sus problemas matemáticos. Esto último es lo que diferencia la forma en que se enseña Matemática en la escuela de la OMA”, indicó Andrea.
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