Señora Directora: Desde que se instaló el miedo en la sociedad argentina, las cosas han cambiado, no para beneficiar a la sociedad en sí misma, sino a los que aprovecharon esa sensación de inseguridad conjunta para avanzar con mucha audacia y picardía, sin importarles las consecuencias posteriores.El miedo a opinar, ya sea hablando o escribiendo, es propio de la mayoría de las personas en este país y hasta se puede pensar que es un simple desinterés, lo que se evidencia en muchos actos individuales que realiza cada ciudadano.La gente observa, conoce y sabe que están los “rápidos”, los “ligeros”, los que “juegan callados”, los que “aprovechan cada momento” para surgir y asegurar su bienestar, su futuro; pero la cuestión es reaccionar, es meterse en el tema para buscar la manera de que las cosas se hagan bien, por derecha, con honestidad.Pero la gran mayoría “hace la suya” porque así no arriesga, no compromete su nombre, no queda señalado por ese dedo anónimo que es el que ordena y hace ejecutar directivas.Y pensar que se dice que estamos en democracia, que somos libres y que cada ciudadano puede manifestar sus inquietudes y opiniones –claro está, dentro de las normas de conducta y con respeto-, pero el miedo se instaló en todos los espacios, hasta en muchos medios de comunicación que tratan de cuidar su prestigio o simplemente no se meten en camisa de once varas.Por eso mi análisis detenido y profundo me lleva a pensar que dentro de unos 400 años más o menos, nuestro país estará en democracia plena. Cuando la corrupción sea tan escasa que no afectará al desarrollo y bienestar de una Argentina que sufre hace años, a pesar de tener todas las condiciones materiales y humanas para surgir y demostrar al mundo que puede estar entre los grandes, entre los países del primer mundo. ¡Porqué no!Es que todavía nos estamos peleando entre nosotros. Básicamente por motivos sin fundamento; por ganar espacio y algo de poder; por señalar el error de los demás pensando que considerarse el mejor es la solución; por no aceptar las ideas de otros; por no saber perder en una contienda electoral; por ambición personal; por el ego que domina a muchos sin que se den cuenta el daño que producen; por el simple hecho de hacer la contra; por permitir que los violentos sigan rompiendo todo sabiendo que los DDHH saldrán en su defensa; por las impunidad; por la demora exagerada en condenar a quienes han cometido delitos graves contra el Estado; por haber permitido el ingreso descontrolado de miles de personas que no trabajan ni aportan al país."A lo único que le debemos temer, es al miedo como tal" (Franklin D. Roosevelt).En todos los ámbitos, sólo ha llegado al objetivo señalado, aquel que venció al miedo.
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