Si tenés un hijo o un hermano que está atravesando por esta etapa, lo primero que necesitás entender es que en la adolescencia hay cambios constantes, los cuales son una bisagra en la vida del niño.Desde la infancia hasta la adolescencia, se producen cambios y duelos todo el tiempo. ¿Duelos? Sí, porque el niño que se convierte en adolescente deja cosas atrás. El primer duelo se debe a la pérdida de los padres de la infancia. Esa mamá y ese papá que eran maravillosos y extraordinarios pasan ahora a ser descalificados. Muchos padres no soportan dicho proceso y les cuesta mucho comprender lo que está sucediendo. Por ello, muchos padres para no perder esa imagen frente a sus hijos, se vuelven sus amigos y se simetrizan con ellos. El problema es que esos chicos quedan huérfanos emocionalmente porque pierden las figuras de autoridad. En el otro extremo, los padres que no aceptan la descalificación de sus hijos adolescentes se vuelven autoritarios y los infantilizan. ¿Qué podemos hacer los padres frente a los hijos en la adolescencia? Fundamentalmente empujarlos hacia afuera para que crezcan. En algún momento, ellos tienen que salir del círculo familiar pero pueden hacerlo siendo maduros o inmaduros. Por tal razón, es importante enseñarles a “volar”, es decir, a independizarse porque darles todo es darles nada.El adolescente avanza retrocediendo, camina hacia adelante mirando el “espejito retrovisor”. Esto es así porque quiere crecer pero con las experiencias que tuvo en la infancia. Entonces por momentos tiene conductas infantiles y por momentos, conductas adultas. Por ejemplo, dirá cosas como: “Yo vuelvo a la hora que quiero… ¡dame plata!”. Pretende ser adulto sin perder los derechos de niño. El crecimiento genera en el adolescente un “yo débil” que no tolera la frustración. Los padres no tenemos que darles todo para permitir que se frustren. Pero frustración no es de ninguna manera sinónimo de maltrato. Es simplemente brindarles el espacio para que aprendan a lograr las cosas por sus propias fuerzas y su propia capacidad. La diferencia entre frustración e impotencia es que, en la primera, experimentamos una gran dificultad para hacer algo pero sabemos dónde está la salida. En cambio, en la segunda, no encontramos la salida. Es tarea de los padres ayudar a los hijos adolescentes a tolerar la frustración, acompañándolos para que no aparezca la impotencia. ¿Cómo se logra esto? Con un equilibrio entre libertad y límites. Pasemos tiempo de calidad con nuestros hijos adolescentes, entremos en su mundo (aunque se resistan) y familiaricémonos con lo que ellos aman y valoran. Conocer su mundo social y afectivo es clave, ya que ahora son los pares los que tienen mayor influencia sobre ellos. Hoy en día los cambios son tan violentos, que muchos jóvenes no logran acomodarse. La infancia se ha achicado y la adolescencia se ha extendido, algunos aseguran que hasta los 35 años. Pero por sobre todas las cosas, hagamos lo que hagamos como padres, amémoslos incondicionalmente. Eso jamás falla.Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a [email protected] StamateasLicenciado en Psicología, Sexólogo Clínico, Escritor y Conferencista Internacional.
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