Señora Directora:? Día a día y en la medida de que se aproximan las elecciones primarias del próximo fin de semana aumenta la pirotecnia electoral y las acusaciones cruzadas entre unos y otros candidatos, de una y otras fuerzas. Pero, desgraciadamente, en medio de ese cambio de facturas, por lo que hiciste, dejaste de hacer o estas haciendo, lo que realmente se nota es una falta de promesas concretas de lo que se piensa hacer una vez lograda una banca en el Congreso de la Nación o en alguna de las legislaturas provinciales o municipales.Es como si de pronto la elección no solo fuese un indicador sobre la el rumbo político de los actuales gobernantes (aplaudiéndolos o condenándolos) sino también una cuestión de muestra de prontuarios y promesas incumplidas. Quizás, por esto último es que precisamente las promesas electorales concretas y reales, posibles de cumplir, estén ausentes, salvo algunas disfrazadas de amenazas.Desgraciadamente en los últimos años se ha venido notando este comportamiento de los diversos candidatos que se preocupan más por indicar con el dedo al opositor que por exponer ideas propias y objetivos para la labor legislativa, en el caso de este año. Aparece como un plebiscito a dos puntas: por un lado, a la gestión del actual gobierno; y, por el otro, a lo que los anteriores dejaron de lo que el oficialismo denominó como “pesada herencia”. No existen terceros en ese juego de conveniencias entre los que fueron y los que son.¿Y las ideas? ¡Bien, ausentes!En lo personal aún soy un crédulo del patriotismo de nuestros gobernantes –aunque me hayan mostrado suficientemente que en realidad prima el propio bolsillo– y creo (sigo haciéndolo) que a determinado gobierno siempre le debe corresponder un legislador opositor para que se controlen mutuamente y si vean obligados a cumplir con los compromisos asumidos ante sus representados. Pero…Venimos de casi medio siglo de constante retroceso económico y social –salvo algunas muy honrosas excepciones– que pareciera poco importa. Prima una bipolaridad política que sigue condenándonos, aunque éste no es un fenómeno nuevo sino existente desde los albores argentinos. Todos debiéramos contribuir para terminar con esas dos facciones.
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