La reunión del Mercosur de la semana pasada dio lugar al traspaso de la presidencia pro témpore de la Argentina al Brasil, que ejercerá Michel Temer, quien en tiempo récord pasó de ser la figura providencial de una transición política que había reclamado para sí el signo de una recomposición institucional; a constituirse en sinónimo de la corrupción política. Tanto Temer como Macri esperaban sacar de la Cumbre una condena frontal al gobierno venezolano, pero debieron resignarse con una declaración moderada instando a los dos sectores en pugna, el gobierno y la oposición, a solucionar pacíficamente el conflicto. El diferendo no impidió que en el marco de la misma reunión, sí se llegue a un acuerdo en cuanto a la necesidad de ampliar la colaboración regional. Apuntando a la integración comercial y de estructuras, los miembros plenos del organismo subregional (Argentina, Brasil, Chile y Uruguay) firmaron una declaración conjunta en la que respaldaron los proyectos de interconexión física a través de los corredores bioceánicos. En particular, los países subrayaron su creencia en que la construcción de infraestructuras mejorará la conectividad de los países miembros y dará impulso al desarrollo socioeconómico del Mercosur. En particular, se dio apoyo a uno de los corredores, que busca unir al Brasil con el Perú mediante un ferrocarril que cubriría 3.755 kilómetros, conectando puertos de la región y favoreciendo las exportaciones hacia los países asiáticos, con China como principal referente. La conexión con la Hidrovía Paraná- Paraguay amplía la integración, y la acerca a la realidad misionera. La renovación de las expectativas en alcanzar la unión del Atlántico con el Pacífico por una red de transporte multimodal comprometiendo la colaboración de los países del Mercosur aporta a la entente subregional, mirando al largo plazo. No se debe confundir, sin embargo, la integración y el desarrollo socioeconómico que se promueven con el mero acceso a los mercados.
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