A más de cuatro mil metros de altura, la reserva de vicuñas y flamencos conocida como Laguna Brava es un paraíso semioculto en lo alto de la cordillera riojana.Este viaje comienza en el límite entre La Rioja y San Juan, en pleno Parque Nacional Talampaya, tesoro geológico incalculable que se recorre en excursiones vehiculares, bicicletas y también caminando.En el kilómetro 148 de la ruta nacional 76 se encuentra el ingreso al área de servicios del Parque Nacional Talampaya. Allí se encuentran las oficinas administrativas y desde allí parten las excursiones que llegan hasta lo más profundo del cañón.Además de una feria artesanal y un restaurante-confitería con sus respectivos sanitarios, hay un camping que brinda hospedaje a los grupos que lo eligen para realizar excursiones durante varios días por los distintos senderos que propone.El parque ocupa una superficie de aproximadamente 215 mil hectáreas que se ubican al sur de La Rioja y que en su interior poseen vestigios de cómo era la vida en este lugar hace millones de años. Sus colores rojizos y marrones transportan al visitante a otro mundo en el que en algún momento reinaron los dinosaurios y otras especies hoy extinguidas.Continuando el camino a Laguna Brava, la ruta pasa por las localidades de Pagancillo, Los Palacios, Villa Unión, Villa Castelli, Vinchina y Jagüé, esta última es uno de los últimos poblados de la zona, ubicado a orillas de la ruta desafiando el agreste paisaje que domina la región.DestinoUna vez en las alturas de la cordillera riojana, el viajero se encontrará con una impresionante laguna azul rodeada de sal que duplica las siluetas invertidas de un centenar de flamencos rosados. Las aves, guardianas del silencio, permanecen indiferentes al avance de los vehículos que llegan a través de la huella que bordea la laguna y en un marco de cumbres nevadas y suaves lomadas, el viento helado sacude sin pausa la escasa vegetación, compuesta por algunos molles y coirones secos de color dorado.La Laguna Brava es la más grande de toda la reserva, con una superficie de diecisiete kilómetros de largo por cuatro de ancho. El ambiente árido en extremo pero muy colorido es pilar de esta reserva natural creada en 1980 para preservar las comunidades de vicuñas y guanacos que estaban al borde de la desaparición. Además de estos, se protegen diversas especies de patos, chorlos, águilas moras, halcones, pumas y zorros colorados.Con una extensión de 4.050 kilómetros la reserva abarca además una serie de lagunas menores, formadas de manera temporal como consecuencia de los deshielos. Definitivamente, una ruta para no perderse, con escenarios desérticos pero maravillosos al mismo tiempo, así que no lo dude más y ¡a disfrutar del recorrido y la paz!
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