El 12 de julio de 2012, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró, por resolución 66/281, que el 20 de marzo de cada año se celebraría el Día Mundial de la Felicidad.El objetivo declarado por el organismo multilateral es “reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de Gobierno”.La efeméride pone nuevamente sobre la mesa de discusión la dudosa relevancia de estas jornadas de recordación que inundan -cada vez en mayor medida- el calendario universal. Y para ello la ONU tiene sus propios argumentos.Uno de ellos tiene que ver con la repercusión comunitaria que cobra cada una de estas fechas, algo indudable hasta para los más escépticos, sobre todo a partir de la “explosión” en el uso de las redes sociales. El otro argumento central es que estas recordaciones “sirven de termómetro para conocer cuál es el interés que un asunto despierta en una determinada región”, lo que, a su vez, permite afrontar cada realidad con una perspectiva más certera y acotada a su ámbito.No obstante, la arbitrariedad de las fechas y de las cuestiones a las que con ellas se pretende “sensibilizar, concienciar y llamar la atención” levantan un manto de duda en amplios sectores de la sociedad y, sobre todo, permite “hacerse los distraídos” a los gobiernos y a cualquier otro encargado de mejorar determinadas situaciones y de modificar ciertos contextos, dejando en la nada y en objetos puramente decorativos a estos “día de”.En cualquier caso, y más allá de lo que diga la Asamblea General de la ONU y de los argumentos que proponga para sus decisiones, ni a los que están a favor de estas recordaciones, ni a los que están en contra, ni a los que ni siquiera les importa su existencia les hará mal atesorar aunque sea un instante de felicidad en este día y en los días subsiguientes.Aunque solo sea para comprobar si funciona, este 20 de marzo seamos todos lo más felices que podamos.
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