Señora Directora: El lunes pasado leía la carta en la que una lectora hacía referencia a la muerte del yaguareté Guacurarí (13 de marzo de 2017, página 10). Se lamentaba por esa pérdida producto de la negligencia e irresponsabilidad de quienes deben trabajar por la preservación del hábitat de estas especies en peligros de extinción. Ponía en dudas la validez de las políticas que en ese sentido desarrolla el gobierno, en una realidad donde el desmonte del bosque nativo y los cazadores furtivos ponen en riesgo ese ecosistema.Es lamentable que estos hechos se repitan, casi incontroladamente, pese a la labor incansable de guardaparques y organizaciones comprometidas con la defensa medioambiental. Pero, supongo, a la luz de esa realidad denunciada y mencionada, son muchas las cosas que aún restan por hacer. Como, por otra parte, es natural en todo emprendimiento donde está la presencia del hombre y se repitan hábitos tradicionales.Sin embargo, se debe reconocer que ya hubo cambios –aún no suficientes, insisto– que han hecho que se hayan limitado las acciones desaprensivas o criminales que se competen contra el patrimonio natural provincial. Aunque todavía haya quienes mantienen sus acciones depredadoras y priorizan el beneficio personal al bien general.Me solidarizo con la Sra. Amarilla. Creo se deben seguir duplicando esfuerzos para modificar ese comportamiento y contribuir, dentro de nuestras posibilidades, con las entidades que han hecho de es lucha su bandera.
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