Autoproclamada La Isla Feliz, Aruba recibe unos doce mil turistas argentinos al año. Es mundialmente conocida por sus hermosas playas y un clima perfecto, pero el viajero también puede aventurarse fuera de la arena y encontrar una isla llena de historia, cultura, paisajes agrestes, exóticos platos locales y mucha diversión. El eslogan “La Isla Feliz” promete una estadía libre de problemas como las lluvias, el idioma o qué comer, más allá de las cadenas de comida rápida y los lugares comunes que ofrece cualquier destino, esta isla caribeña -que presume ser la más segur- oculta secretos y mitos que, a la hora de viajar, merecen ser derrumbados para hacer de la estadía un momento de completo relax. Libre de huracanes y tornados -un fenómeno a considerar a la hora de hacer el check in-, el calor no da el brazo a torcer y todos los días pueden ser de playa con arena azucarada a sus pies.Es común creer que el idioma más hablado en Aruba es el inglés. Sin embargo, los visitantes se encuentran con un curioso remedo de la torre de Babel. Allí convive una gran cantidad de lenguas, a tal punto que es común que un arubiano hable más de una, incluso hasta cuatro. Si bien el holandés –enseñado en las escuelas– y el papiamento –nacido del español y el portugués, más palabras en francés, holandés e inglés– son las lenguas oficiales, muchos ciudadanos también hablan inglés como consecuencia de la gran cantidad de turistas de los Estados Unidos. El español proviene de la influencia de Colombia, Venezuela y Costa Rica, desde donde se reciben olas migratorias de trabajadores requeridos por la industria del turismo. Las playas son la justificación más rotunda de qué está haciendo uno en Aruba. Vale decir que no hay tiburones en sus aguas, aunque sí innumerables peces de colores y pelícanos intentado hacerse con su presa. También hay que destacar que no se suelen ver guardavidas cuidando la bahía pero, al no haber correntadas, el peligro es ínfimo. En algún lugar hay que dormir. Las playas con la luna como una perla parecen una opción tentadora, pero lo mejor es contar con una habitación. Y, en Aruba, camas sobran. Hay 8 mil plazas disponibles, y el nivel de reserva promedia el 50 % durante el año. Y si bien predomina el formato all inclusive, el Gobierno intenta promover que el turista salga de los complejos y recorra por sí mismo la isla.Un verdadera tentación.Si bien muchos hoteles incluyen propuestas gastronómicas y las suman al paquete de gastos, existen alternativas puertas afuera, además de la comida al paso. Los restaurantes suelen manejar menús por persona. Hay que tener en cuenta que la mayoría requiere reserva y responde al horario de cena de América del Norte (entre las 20 y las 22). La carta suele estar dominada por los pescados y mariscos, propuesta lógica si se tiene en cuenta que es una isla.Una mañana de snorkel es una gran oportunidad para ver la magia del mundo marino entre los corales. Los aventureros podrán embarcarse en un catamarán y adentrarse en el mar. La excursión tiene tres paradas: la primera permite hacer snorkel y ver un barco de la Segunda Guerra Mundial hundido por su capitán para que no cayera en manos holandesas; luego, el catamarán llega hasta la zona de corales para apreciar la fauna y flora submarina; y finalmente se acerca bastante a la orilla para que los turistas puedan nadar en esas aguas transparentes. El árbol emblema de Aruba es el Divi divi: símbolo nacional presente en todas las fotografías, jamás crece derecho sino inclinado debido a los fuertes vientos.
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