El ir y venir es incesante en el Mercado Central de Misiones, ubicado en Ruta 12 y Avenida Cabo de Hornos. Reflejo de la crisis, convergen en este lugar los colonos del interior y transportistas de otras provincias que traen frutas y verduras, los vendedores en los puestos, compradores propietarios de verdulerías, minimercados, kioscos y venta al paso, los que compran para el consumo familiar en busca de pth:ios accesibles, los responsables de comedores comunitarios y hogares de niños que buscandonaciones y los cientos de vecinos humildes de los barrios carenciados que diariamente recurren a este lugar para el "rebusque" de desechos.Como nunca antes, la presencia de gente pobre es tan notoria que suele provocar problemas serios, ya que no faltan los hurtos, peleas y la queja constante de los compradores que se ven presionados por quienes piden que les regalen alguna fruta o verdura. "No tenemos un cálculo preciso, pero estimamos que cada mañana entran unos 250 chicos al Mercado"; reconoció el supervisor Alfredo da Silva. Los chicos a los que hizo referencia tienen entre cinco y doce años y provienen de los barrios carenciados de los alrededores, desde San Lorenzo, San Jorge, Villa Cariñito, Sesquicentenario, Santa Rosa, Miguel Lanús, hasta los barrios más humildes de Garupá. Comen frutas de desecho y llevan a sus casas naranjas, papas, cebollas y zapallo que a veces utilizan para cocinar mientras que la mayoría se dedica a venderlas en los barrios por algunas pocas monedas "para poder comprar leche".Mundo aparte, o no tantoDesde siempre el movimiento del Mercado Central de Misiones se caracterizó por la multifacética actividad de las personas que diariamente lo visitan. Pero desde que la crisis mostró su lado más horrendo, la función social del mercado se mezcla con una cada vez más creciente preocupación por lo incontrolable de la demanda. "Siempre vinieron personas humildes a rebuscarse al mercado, pero nunca tantos como ahora. Es impresionante la cantidad de gente, sobre todo de hombres, que antes no venían. No consiguen trabajo entonces se dedican a venir todos los días a llevar el desecho o a comprar por moneditas la fruta y verdura que ya no se puede vender a los comercios porque están picadas, aunque son aceptables para el consumo. La verdad es que jamás vimos tanta hambre", señaló Florencia Ayala, vendedora del mercado desde hace quince años.También Walter Pasiecznik tiene un puesto de ventas que es visitado en forma constante por quienes piden desechos, pero él opta por canalizar las donaciones a través de los comedores comunitarios y hogares a los que "todos los sábados les entregamos varios cajones de verduras y frutas que les sirven para la comida de la semana". Los comedores que reciben aportes del Estado provincial también retiran las verduras del mercado en forma diaria, aunque en este caso no se trata de donaciones sino de la compra de estos productos mediante licitación. Además de quienes demandan algún producto para paliar el hambre, hay quienes buscan trabajo en el Mercado. Son grupos de hombres jóvenes que se ofrecen a bajar bolsas y cajones, limpiar desechos, cargar camionetas, llevar bolsos. Generalmente no consiguen gran cosa, ya que los puestos de trabajo están ocupados.Alternativa de subsistencia para quienes no tienen trabajoRicarda Valiente y Virginia Ledesma son mamás de cinco y seis hijos respectivamente. La primera vive en un espacio verde del barrio Las Vertientes y la otra, en el asentamiento Yacyretá A3-2. Se conocieron en el Mercado y ahora son amigas.Ambas de condición humilde, decidieron comprar juntas un carrito en el que diariamente cargan frutas y verduras de "segunda calidad" para venderlas en sus barrios."Hacemos un mezcladito de todo un poco: algo de cebollita, una cebolla, papas, un pedazo de zapallo, unas zanahorias. Vendemos el paquete por un peso, entonces los que no tienen plata compran un poquito de todo para el guiso o la sopa", contó Ricarda.Las mujeres mantienen a sus familias con esta actividad, aunque reconocieron que jamás habían visto una demanda tan impresionante de gente que no tiene "absolutamente nada" y que se dedica a pedir. "Es triste ver que revuelven los desechos, se pelean, agarran cosas podridas de las que rescatan alguna partecita comible. Lo más feo es ver a tantos hombres sanos que hacen eso", dijo Ricarda.Todo más baratoEl otro sector que ahora también invade el Mercado Central es el de los compradores particulares que llegan en coche o colectivo para hacer la compra destinada al consumo familiar. Si bien antes era común recibir a grupos de compradores de este tipo, ahora la demanda es tal que obliga a los vendedores al menudeo en lugar de la compra al por mayor, siendo esta última cada vez más rara. Gerónimo Bosama es uno de los tantos que va al Mercado cada día de por medio. "Los precios convenientes son los que me atraen, porque gracias a esta posibilidad comemos alimentos nutritivos", admitió el hombre que ya le tomó el gusto a la compra en el local de "Petty", donde se puede conseguir precios impresionantes, como doce mazos de cebollita de verdeo por un peso, un kilo de tomates por cincuenta centavos, entre otras ventajosas ofertas. Roberto, otro de los que buscaba ofertas para el consumo familiar, aseguró que con cinco pesos compra todas las verduras y frutas necesarias para el alimento de la semana. "Vengo los viernes y llevo todo lo que necesito. Ahora compré cinco kilos de papa, cebollita, perejil, morrones, ajo, acelga, zapallo, además de dos kilos de uva y dos de manzanas, y gasté apenas cinco pesos", aseguró.También del ParaguayCon la devaluación del peso, el Mercado Central de Misiones recibe ahora a los compradores paraguayos que llegan en camionetas a buscar naranjas, papas y cebollas, además de algunas frutas que provienen de provincias productoras, como los tomates platenses, manzanas de Río Negro y uvas. "Es un movimiento nuevo que nos permite tener mejores perspectivas de venta, aunque a esto hay que restarle la baja en las ventas a la gente de Posadas, que se sintió mucho en los últimos tiempos. Los comercios chicos ya no compran por bolsas o cajones, compran por kilo, un poquito de cada cosa. Entonces el movimiento de los paraguayos al menos equilibra la balanza", dijo uno de los vendedores del mercado.
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