Señora Directora:?Ya resulta cotidiano y, por ende, algo habitual de escasa trascendencia, rutinario, la seguidilla de accidentes de tránsito que con variado número de víctimas fatales se suceden en Misiones. A la indiferencia de los gobernantes o su incapacidad para asumir la problemática y resolverla en todos sus aspectos, se suma la desaprensión e irresponsabilidad de muchos conductores que se aventuran al riesgo máximo en su pericia y capacidad de conducción sin importarles la propia vida ni la de terceros. Más aún cuando en muchos de esos casos se sientan alcoholizados tras el volante, potenciando aún más la posibilidad de un “accidente” ante la pérdida de reflejos del conductor y las eventuales circunstancias viales y mecánicas que puedan sumarse abriendo a la tragedia. Una peligrosidad que se potencia también con el cansancio, alguna distracción eventual (teléfono celular o mate, por ejemplo) o cualquier otro malestar físico o psíquico sea por razones naturales o por ingestas indebidas (alimentos, drogas, etc.).Lo más lamentable en estos casos es que, provocado el siniestro, muchas de las víctimas son extrañas a ese conducir, no viajan en el mismo vehículo. Es el caso de los peatones atropellados, otros vehículos ajenos al descontrolado o personas en quienes golpea algún elemento desprendido, arrojado o derribado por el impacto.Si bien para estos sí es un accidente, porque están ajenos y son inocentes en la génesis del hecho, aunque no para quien lo provoca porque es el responsable de esos actos iniciados en su desaprensión y desprecio a la propia vida y a la de los demás protagonistas de la tragedia.En cuanto a las autoridades, su culpa está en la ausencia de controles suficientes –aunque estos siempre parecerán insuficientes–, como de ingenio y seriedad en la elaboración y desarrollo de políticas eficaces que, al menos, disminuyan esa siniestralidad. Porque –y vaya como crítica a algunas de esas autoridades– no basta con la sanción y enunciado de normas más estrictas o preventivas sino se las aplica y hace efectivas. El Alcohol 0 al Volante, por ejemplo, que llegó con mucho cacareo y acusaciones cruzadas entre los distintos actores del gobierno, pero de escasa efectividad por la falta de acciones que lo hayan hecho práctico y eficaz, y no solo con controles ocasionales en determinadas ocasiones que hacen pensarlo más como un recurso para suplir una necesidad recaudatoria antes que para la prevención de “accidentes”.
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