Imagínese recorriendo una isla pequeña de lava entre tortugas gigantes, albatros, piqueteros de patas azules, pelicanes, iguanas, fragatas verdaderos dueños de las islas, parecen seres prehistóricos, todo bulle y se mezcla con el canto de los pájaros, focas, lobos marinos, pingüinos pequeños y ballenatos. Un lugar donde la naturaleza es inmensa. Casi una cultura todo lo construye y el lodo lo destruye. Aún queda un lugar, se llama Galápagos y está en el Pacífico. Este archipiélago sigue sorprendiendo al visitante: es un sitio sin origen. Así comenzó para nosotros Galápagos. Así aún perdura.Hay que prepararse para ser recibido como tal. El calor; lo ecuatorial de la isla me atrapa, quema, dignifica; apenas llegue me disgregué en el peso del clima y me diluí en él: todo es calor en Galápagos.A veces el calor se torna en lluvia: de diciembre a marzo la isla cobra mayor fuerza de verde.Una tradición refiere cierta solidaridad de los habitantes del lugar con los habitantes del agua. Por eso es posible imaginar un lujo digamos la langosta maravillosa en tales sitios sólo como una trasgresión indispensable.Sin embargo, Galápagos contiene enseñanza: no es simplemente un lugar donde la naturaleza permanece inalterable. Ecologistas de todo el mundo llegan allí, ya que encajonados en sus playas, en las laderas de la montaña, la vida vive ahí como hace millones de años los Galápagos. El paisaje es solidario hasta producir efectos. Uno no puede dejar de recurrir a metáforas ciudadanas como acantilados, como torres para descubrirlo, pero lo que se ve allí es “eso” u otra cosa: naturaleza fantasmática, solidaria y misteriosa. Allí de madrugada, el sol parece detener el aire.HaikuSoy una langostaEn la orilla del aguaDejo mi huella.ColaboraAurora Bitó[email protected]
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