Desde otras columnas de opinión, vengo advirtiendo con mucha preocupación que hay datos de la economía que me llevan a pensar una triste realidad: estamos en un país que se está destruyendo. Y no es de ahora, ni siquiera responsabilidad solamente de la actual gestión de Gobierno. Viene de hace muchos años.Haciendo un poco de memoria, muchos podrán recordar que Argentina fue una potencia en Sudamérica. Por ejemplo, cuando las industrias venían a instalarse en nuestro país, tuvimos la primera fábrica de aviones en esta parte del continente. Hoy, es Brasil la que fabrica y exporta aeronaves. La Mercedes Benz vino primero a nuestro país y hoy ya no está. La Fiat eligió Argentina y terminó en Brasil fabricando camiones. La Scania vino pero, como tantas otras, se fue a Brasil.Fuimos también líderes en fabricar papel en Sudamérica pero ahora, tanto Brasil como Uruguay, nos superan lejos en esa industria.A medida que esas fábricas e industrias (algunas multinacionales) fueron dejando sus plantas argentinas, fuimos perdiendo miles de puestos de trabajo y, a su vez, generando miles de desocupados que en muchos casos no consiguieron otro lugar donde trabajar porque, los sucesivos gobiernos, no generaron trabajo salvo en el Estado.Los funcionarios no se preguntarán como nosotros ¿por qué se van las fábricas de nuestro país? ¿Cuál es el problema por el que no se las puede retener? Más preocupación genera que no podamos salir adelante porque gran parte de esos funcionarios y sindicalistas sólo piensan en sus bolsillos.Ya lo dijo recientemente el obispo de Oberá, Damián Bitar a este Diario: “El cáncer de la sociedad sigue siendo la corrupción”. Es esa corrupción la que nos deja sin recursos.Para que exista corrupción, siempre hay funcionarios que miran a un costado dejando hacer a los corruptos las maniobras desleales (por interés en el negociado, por inútiles o por “órdenes de más arriba” que se suelen invocar fácilmente). Y el Poder Judicial que no controla, no audita y hasta llega a cajonear -años y años muchas veces- las pocas investigaciones que existen por falta de transparencia que alguien se animó a denunciar (porque de oficio, varios fiscales parece que no leen, no escuchan ni miran ningún medio de comunicación).También intervienen personajes que surgen del sector privado, que se convierten de la noche a la mañana en exitosos empresarios, acopiando un patrimonio que si la Afip y la Justicia actuaran como corresponde, no podrían justificar cómo hicieron para obtenerlo tan rápidamente y sin el menor esfuerzo, simplemente “trabajando” para el Estado. Son esos mismos pseudo-empresarios de un grupo de poder de turno que, mientras duren los amigos-socios en el Gobierno, tendrán los fondos asegurados para que no se corte la cadena.Y no nos podemos olvidar de algunos dirigentes gremiales, que dicen trabajar “para el bienestar del conjunto de los trabajadores” en sus discursos y, en realidad, lo único que les interesa es enriquecerse para no trabajar nunca más.Para colmo de males, en su perverso juego, presionan a empresas grandes y chicas que trabajan como la ley manda, que hacen un enorme esfuerzo por dar trabajo y seguir siendo parte de nuestra golpeada economía. Por supuesto que muchos privados no se animan a denunciar estos hechos ante una Justicia que no ofrece garantías, que no existen Cámaras ni Confederaciones empresarias que se jueguen. Sólo hay que imaginar las pymes que pasaron de generación en generación y que, por malos sindicalistas o delegados gremiales excesivamente ambiciosos, deban cerrar sus puertas. Cuando eso ocurre, decenas de trabajadores quedan en la calle sin la fuente laboral, sin asistencia social de un Estado cada vez más alejado de los pobres y lo lamentable, sin poder reinsertarse en el mercado que va camino al achique.El poder político (el Gobierno), contrariamente a la defensa y garantía del desempeño de los privados que apuestan al país y que le quitan el peso del asistencialismo de miles de personas económicamente activas; participa del conflicto con su inacción habitual ayudando a los corruptos que, luego, “necesita” en las elecciones.Esa parte de la estructura de Gobierno, se olvida que son los privados que tributan y con una enorme presión fiscal en un sistema que asfixia. Son los privados los que hacen el esfuerzo mientras el Estado sólo se dedica a cobrar impuestos. Gracias a lo cual, los funcionarios pueden mantener parientes que aparecen del 28 al 31 a cobrar, punteros a los que devuelven los favores, “ñoquis” que no son más que parte de esa corrupción que nos sigue desangrando.Hace poco tiempo, un informe económico indicó que Argentina tiene “los impuestos del primer mundo pero los servicios del tercer mundo, y estamos en un problema, por eso es inevitable e indispensable una reforma tributaria”, fue la conclusión del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).Cuanto más se ataque a los privados que tienen probada trayectoria en invertir en la Argentina, menos recursos habrá para repartir, aun en el mundo de los corruptos.Alguna vez, cuando logremos madurar como sociedad en democracia y dejemos de pensar “roba pero hace”, nos daremos cuenta de lo mal que nos han hecho los corruptos. Mientras tanto, seguiremos votando en cada elección a los menos malos hasta que algún día aparezca uno que se ponga firme y erradique los focos de corrupción. Será la mejor medicina para ese “cáncer” que sigue “haciendo metástasis” y no dejará institución “sin infectar”, con tal de enriquecerse con el dinero del pueblo.Siguen pasando los años, “Siglo XX Cambalache” está más vigente que nunca. En este contexto, lamentablemente, no se vislumbra ni una mejoría para el 2017 que acaba de comenzar.
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