Un exfuncionario del kirchnerismo y actual diputado nacional, le espeta a uno de los más conocidos integrantes del gabinete de Mauricio Macri -¡Che, ¿se dan cuenta del peligro de volver a endeudar al país como ustedes lo están haciendo? –Y bueno que querés, de algún lado tenemos que sacar la plata. ¡Lo hacemos para no parecernos a ustedes!Mientras en otras partes del mundo desarrollado la palabra deuda remite a algo culturalmente natural en la vida de los consumidores, aquí en Argentina se ha vuelto tabú. Se nos eriza la piel, no queremos mencionarla, queremos dejar de deber lo más rápido posible, “liberarnos de las cuentas” que nos “encarcelan” la tranquilidad. Pero es difícil escapar. La debacle argentina de fines de 2001 a raíz de la gigantesca deuda externa y el posterior default más grande de la historia, es ejemplo de por qué somos un país lleno de pobreza, con dirigentes que en los últimos 40 años nos han llevado a padecer el hecho de vivir en Argentina, antes que hacernos capitalizar el crédito de una tierra con tantas riquezas. Las acusaciones del kirchnerismo están fundadas, porque después del no pago de la deuda externa dictada por Adolfo Rodríguez Saá, comenzaría un proceso de desendeudamiento externo. El expresidente del Banco Central de la República Argentina durante el mandato de Eduardo Duhalde, Aldo Pignanelli, recuerda su administración como una jugada de chinchón, porque mientras tenía apenas unos escasos números positivos en la planilla, sabía que en realidad tenía -10 de reservas. Sólo seis meses después de la caída de De La Rúa, producto de los altísimos valores de las materias primas (tal vez irrepetibles), el Banco Central empezó a recapitalizarse genuinamente. Sólo cuatro años después, el presidente Néstor Kirchner usó parte de ese dinero para saldar la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). 9.800 millones de dólares “cash”. Eso representaba una baja del 36,6% de las reservas, que, de 26.800 millones de dólares, quedaron en U$S16.990 millones. Ese desembolso sirvió para cancelar sólo el 9% del total de la deuda pública argentina, que a esa fecha rondaba los 126.900 millones de dólares. Luego vinieron las reestructuraciones de 2005 y 2010, con las que el Gobierno nacional ofreció pagar a los bonistas que tenían títulos argentinos defaulteados en 2001. Nuevos bonos que tenían quitas de hasta 63%. Muchos aceptaron semejante resta a lo que originalmente debían cobrar.Significó un ahorro millonario para las arcas estatales. Pero hubo un porcentaje mínimo que no quiso arreglar. Los holdouts, entre los que había “fondos buitre” que iniciaron la demanda al Estado argentino en los tribunales de Nueva York. El juez Thomas Griesa falló a favor de ellos. Habían comprado títulos de la deuda argentina a precio regalado cuando esos bonos se convirtieron en “basura”, una vez que Argentina declaró la cesación de pagos. La ganancia que estaban por recibir era cercana al 1.600%. El problema fue que no había salida posible para no pagar esa cifra sideral. Cuando nuestro país emitió los bonos, permitió que los litigios se resolvieran en la Justicia de Estados Unidos. Griesa nos condenó por no pagar y la Suprema Corte de ese país no tomó el reclamo impulsado desde Buenos Aires. Mucho discurso político nacional y popular acerca de la defensa de la patria, pero mientras más alto se gritaba en los actos, más crecían los intereses. Paul Singer y los demás “buitres” ni se inmutaban. “Sigan protestando, más días se demoran en pagar la sentencia, más dinero nos llevaremos”. Cambio en el financiamientoLa victoria de Mauricio Macri en las presidenciales precipitó el arreglo con los “buitres”. Todos los economistas serios, no importaba si eran del kirchnerismo o de Cambiemos afirmaban que era necesario solucionar esa situación. En marzo de este año, el Gobierno anunció que se le iba pagar al contado. ¿Cómo? A diferencia de Néstor Kirchner con el FMI, con la emisión de bonos por valor de 15 mil millones de dólares. Con el dinero obtenido de los bonistas y bancos, se pagó U$S 9.300 millones en efectivo a los buitres. El Congreso Nacional había avalado previamente la operación. Así se reinició la toma de deuda externa argentina luego de aquel “blindaje” del Fondo al Gobierno de De La Rúa. Macri recibió el gobierno con un déficit cercano al 6% del PBI. Argentina gastaba un 6% más de todo lo que producía. Con un Producto Bruto Interno estimado por el Banco Mundial de 583.000.000 millones de dólares, el Gobierno kirchnerista le quedaba en rojo cada año unos 34.000.000 millones de dólares. ¿Cómo hacían para compensar esa diferencia? A través de la emisión monetaria (genera inflación) y los fondos que pedían prestado al Banco Central y la Anses, por citar dos ejemplos más reconocidos. Lo que hizo Macri al llegar al poder fue cambiar la forma de financiamiento de ese déficit. Su promesa era parar la inflación, cortó la emisión de billetes y dejó de pedir fondos a otros organismos del Estado. De algún lado debía sacar la plata para financiar el déficit de su gobierno, que en apenas tres meses creció casi dos puntos de esos números “negativos” que recibió al asumir. Emitió bonos a nivel local y a nivel internacional. A los 15 mil millones de dólares que consiguió haciendo pasar la gorra para dar de “morfar” a los buitres, sumó más endeudamiento para paliar el rojo y financiar la obra pública que recién se va a empezar a notar con fuerza a medida que nos acerquemos a las elecciones legislativas de octubre de 2017. Ingresos y egresos = 0La consultora Economía y Regiones, estimó que la relación del gasto público, el Producto Bruto Interno (PBI) y la presión tributaria aumentarían en 2017, y el déficit fiscal, de Nación y provincias, ascendería a un piso de 8,8% del PBI, pudiendo llegar a 9,5% del producto.A su vez el pago de intereses de deuda previsto para el 2016 es de U$S6.373 millones, lo que, sumado a la formación de activos externos, representa una “salida” neta de divisas por U$S 21.373 millones este año.Del lado de los ingresos, la deuda neta estuvo signada por un incremento por emisión de bonos (U$S 22.050 millones), un aumento por colocación de letras del tesoro en dólares (U$S 13.057 millones) y una contracción por amortizaciones de U$S 11.967 millones.Al cotejar la entrada neta de dólares, que alcanza los u$s 23.140 millones, con la salida de U$S 21.373 millones “se observa que el ingreso de deuda neta es equivalente a la fuga de capitales y el pago de los intereses combinados”. Esto significa que “los dólares que entraron por endeudamiento apenas superaron la fuga de capitales y el pago de intereses", explicó la consultora.Sostienen q
ue la fuga de capitales se debe a que los agentes internos argentinos prefieren colocar el dinero afuera, previendo un aumento del déficit.Deuda externa récordPor su parte, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), informó que la deuda total argentina, tanto interna como la externa, alcanza los 264.622 millones de dólares al 30 de septiembre último y representó el 53% del PBI, de acuerdo con cifras oficiales difundidas por el Ministerio de Hacienda y Finanzas.En tanto, la deuda externa total ascendió a septiembre a 188.778 millones de dólares, un 7% por sobre los 175.274 millones del tercer trimestre del año pasado.Cuando estos números son tirados sobre la mesa, la disputa política llevó a la oposición a saltarle a la yugular al Gobierno. Comparan esas cifras con el endeudamiento que tuvo el Gobierno de Carlos Menem en los ‘90. Pero lo que omiten aclarar es que el monto de ambas deudas no puede compararse, porque si hace 20 años la deuda externa Argentina alcanzaba una cifra cercana a los 145 mil millones de dólares, el PBI argentino no era el mismo que el de hoy. Es como si quisiéramos culpar a nuestra tía porque hoy se endeudó para comprar una heladera y un aire acondicionado, sabiendo que hace 20 años hizo lo mismo y no le alcanzó la plata para pagar. Lo más probable es que en proporción, hoy esa tía gane más y pueda enfrentar sin dificultades esa deuda. Lo mismo pasa con el PBI nacional. Traduciéndolo de forma simple para que se entienda cuanto debe Argentina, se podría decir que si el país hoy gana 10 mil pesos, a fin de mes tiene que pagar cuentas por 5.300 pesos, y con el resto deberá arreglárselas para vivir. De cualquier manera, en base a las proyecciones de economistas y consultoras, el déficit seguirá aumentando para sostener los gastos del Estado. Además, el presupuesto 2017 tiene pautado un nuevo endeudamiento por 38 mil millones de dólares. Las deudas de los Estados no desaparecen nunca, bien manejadas son útiles para el desarrollo, el problema es cuando se sale de control, como le pasó a nuestro país en 2001. Deber el 53% de lo que se produce es una cifra muy grande si la economía no se reactiva, porque ¿cómo se van a pagar las deudas si el país no tiene una mejora genuina de sus ingresos? La época dulce de la tonelada de la soja arriba de los 600 dólares hoy existe sólo en sueños. Para financiar su plan económico Macri usó el endeudamiento externo. Rápidamente encontró financistas porque hoy paga tasas de interés del 8%, cuando por ejemplo Bolivia y Paraguay pagan la mitad. Si el país no crece, ¿de dónde sacará el Gobierno fondos para sostener el gasto? ¿Volverá al esquema del kirchnerismo de endeudamiento interno, emisión monetaria y su consecuente distorsión inflacionaria? ¿Provocará un ajuste dantesco como está intentando hacer Michel Temer en Brasil?Difícil que eso suceda. Los actores políticos de la oposición le plantearían una guerra al Gobierno y difícilmente Macri la gane. Lo más probable es que recurran al “terrorífico” FMI, ya que ofrece tasas de interés de sólo el 4%. Si lo hacen podría ser un escándalo, ya que por casi una cuestión de sentido común, muchos argentinos culpan al Fondo por el desastre del 2001. Sólo resta decir que las deudas no son malas, el problema es no prever las condiciones que harían que no puedan ser pagadas. Mientras el Gobierno se endeuda porque así deciden que debe maniobrarse el barco, la oposición alerta que podemos terminar estrellándonos contra las rocas, otra vez. La crisis de 2001 fue una de las peores cosas que le pasó al país, pero también fue muy mala por el hecho que nos hayamos recuperado tan pronto. Ojala nadie esté pensando u obrando temerariamente con las finanzas argentinas calculando que si tocamos fondo de nuevo, enseguida podremos salir a flote como aquella vez. Uno confía que habrán aprendido, porque como sabemos, la tercera clase del Titanic fue la primera en empezar a los manotazos para no ahogarse. Colaboración:Lic. Hernán Centurión
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