Los traspiés que se encuentran detrás de los cambios en el Ministerio de Relaciones Exteriores, según informó el diario Perfil, no serían pocos: el “error semántico” con el Reino Unido por Malvinas, el silencio absoluto por las negociaciones que se hicieron con Qatar con información de Estado que se filtró a privados, el apoyo a Hillary Clinton y el mal paso sobre el caso Milagro Sala, son -según el diario- “algunos de los malentendidos en los que se vio involucrada la funcionaria”. Las dimisiones del vicecanciller Carlos Mario Foradori y la secretaria de Relaciones Exteriores, María Cristina Boldorini, fueron oficializadas con la publicación en el Boletín Oficial de los decretos 1254 y 1255, que llevan la firma del presidente, Mauricio Macri, y de la propia Malcorra, implican el primer sacrificio de piezas importantes -usando términos ajedrecísticos- que debe realizar el nuevo gobierno. La canciller probablemente pagó el precio de iniciar su gestión a dos puntas, ocupando un cargo de excepcional importancia para el país en el marco del cambio de gobierno, y al mismo tiempo jugando ostensiblemente sus cartas para escalar hacia el máximo sitial en la ONU, y a esta circunstancia se deberían los malentendidos que menciona el diario nacional. Para el gobierno, que superó la crisis con rigor institucional, el incidente es indicador de que ya llegó a su término el período especial de instalación en el poder, y en lo sucesivo no podrá apoyarse en las prerrogativas del recién llegado, al que se le permiten ensayos y errores temporarios. Tendrá que profundizar y convencer con un programa de gobierno sostenible hacia adelante. Más allá de la dialéctica de la confrontación con el pasado reciente.
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