Estados Unidos acaba de entrar en el terreno de lo desconocido y hasta ahí no habría nada que agregar, salvo que se trata de una de las dos o tres economías más influyentes del planeta, que posee el ejército más poderoso de la historia y que lo que se decide en el Salón Oval, en el Pentágono o en la Reserva Federal termina provocando temblores hasta en el Principado de Sealand, el país más pequeño del mundo.Después del batacazo del primer Presidente negro y cuando casi todos esperaban a la primera Presidenta de la historia del país, quien asumirá el control será un antisistema, un hombre sin pasado político, un magnate que odia al establishment, un sujeto que prometió muros y proteccionismo ante el peligro que representa el resto del mundo. ¿Es hora de empezar a temer? Sí… quizás… no, no es para tanto.El análisis del resultado deja conclusiones para todos los gustos y aquí abordaremos algunas de ellas.¿Por qué?Uno de los motivos por los que ganó Donald Trump es que los estadounidenses, como muchos pueblos del mundo, están hartos del establishment que promete derrame de ganancias en las campañas y en cambio propone ajuste una vez en el poder. Ganó porque piensa en proteccionismo frente a la economía hiperglobalizada en la que casi todos los estados pagan los errores y los derroches de pocos. Ganó porque prometió volver a hacer fuerte a su país frente a otros estados que transformaron el sistema global en uno multipolar. Ganó porque, como nunca, el terrorismo ocupa las portadas de los medios del mundo y cuando los estadounidenses temen se refugian en un líder fuerte y de mano dura. Ganó porque la clase política de su país viene decepcionando año tras año y porque, en definitiva, iba contra una dinastía y no contra un partido, competía con los Clinton, la familia más poderosa de la política estadounidense (antes lo fueron los Bush). Ganó porque es un hombre de medios y entiende el poder de las mismas.Su triunfo es un fuerte mensaje sin escalas a las elites de todo el mundo. Ya no alcanza solamente con que el sistema sea democrático. Las sociedades también exigen calidad democrática. En alguna de las ediciones anteriores de Enfoque hablábamos sobre el divorcio entre la sociedad de a pie y las clases dirigenciales. Sociedades que se mueven hacia un extremo y políticos que derivan hacia el otro. Trump es el moño de un año que evidenció más que nunca ese divorcio.El sistema le jugó a favorEl resultado de la elección habla de una paridad sin precedentes. Clinton reunió 60.467.245 votos contra los 60.071.650 de Trump. No es un error en el artículo, Clinton logró más adhesiones que su rival, pero para el sistema eleccionario estadounidense lo que importa en última instancia es la cantidad de electores. El voto es indirecto y el Colegio Electoral tiene un rol clave. El número de electores que le corresponde a cada estado se calcula en proporción a su población y a la cantidad de congresistas que lo representan. Por ejemplo California, el estado más poblado del país, tiene 55 votos electorales. Washington D.C. y algunos estados pequeños sólo cuentan con tres. El postulante que obtiene la mayoría del voto popular en un estado se queda con la totalidad de los electores asignados a ese territorio. De los 538 votos electorales, un candidato necesita 270 para alcanzar la presidencia (la mitad más uno). El multimillonario de 70 años, sin ninguna experiencia política y conocido por su cadena de hoteles y casinos, ganó los estados clave de Florida, Carolina del Norte, Iowa y Ohio y el 20 de enero próximo dará su primer discurso como presidente de los Estados Unidos.El control total del CongresoUno de los mayores problemas del saliente Barack Obama fue gobernar con un Congreso opositor. Muchas de las iniciativas que intentó llevar adelante fueron bloqueadas en la instancia legislativa. El fin del embargo a Cuba, el cierre de la prisión de Guantánamo, el control de armas y la reforma migratoria serán algunas de las promesas incumplidas del Presidente debido a la propia impericia y a la oposición que encontró en el Congreso. Ese no será el caso de Trump que llegará a la Presidencia con mayoría conservadora en dos de los tres poderes del Estado. La victoria de Trump impulsó al Partido Republicano en el Capitolio y ahora el control será total.Habrá que ver si la resistencia que encontró entre sus propios compañeros de partido, tal el caso del presidente del Congreso, Paul Ryan, será la misma al momento de plasmar algunas de las promesas de campaña. El muro con México y la disolución de varios tratados internacionales figuran en la agenda de Trump y necesitan de la aprobación parlamentaria.Sólo los hechos…Ya en el terreno de lo que se viene sólo el tiempo dirá si Donald Trump fue capaz de hacer todo lo que dijo que haría. En año y medio sabremos si habrá muro con México y si será el país azteca el que lo pague. En menos tiempo los musulmanes sabrán si les será prohibido entrar a Estados Unidos. Millones de estadounidenses sabrán si se les cancela el programa de salud “Obamacare”. Prometió también fortalecer el ejército para que sea “tan grande, tan fuerte y tan maravilloso” que “nadie se va a meter con nosotros”.En el plano concreto las promesas de campaña de Trump parecían brabuconadas de un hombre sin formación política. Quizás el estado de las cosas al momento de asumir no permitan muchos de los cambios que impulsa. De ser así, Trump pasaría a ser un candidato que en la campaña dijo una cosa y que en el puesto hizo otra. Hasta ahí nada distinto a lo que se observa en casi todos los dirigentes políticos del mundo.De hecho y una vez que se supo ganador, Trump dejó atrás esos ataques viscerales contra Clinton y dijo: “Hillary ha trabajado durante mucho tiempo y con mucho esfuerzo por un largo período de tiempo, y tenemos con ella una gran deuda de aprecio por nuestro país”. Esas palabras constituyeron un drástico cambio del tono respecto a su adversaria demócrata, luego de haberse referido a ella durante la campaña como una “mujer asquerosa” y una “criminal”. Todo indica que hay un Trump en “modo campaña” y otro distinto en “modo Presidente”.Las encuestadorasSucede mucho en los últimos años, pero 2016 pasará a la historia como el peor para los pronósticos que desarrollan las encuestadoras. Pasó con el Brexit y después con el No a la paz en Colombia. El triunfo de Trump fue el cachetazo final para las empresas dedicadas a las recolección de datos y con costos exorbitantes. El fracaso de las empresas de sondeos y los analistas en la elección fue tan evidente que el futuro de todo el ramo vuelve a estar en entredicho.La superficialidad de las mediciones no indagó en la sociología del voto estadounidense. Así las cosas, ninguna encuestadora midió la profundidad del rechazo a una mujer muy identificada con el establishment. Ningún encuestador logró interpretar que esta
vez el voto tenía como destino a alguien sin pasado político en el odioso, complejo y oscuro entramado de Washington. Ninguno de los autoproclamados gurúes de las mediciones entendió cabalmente la profunda división social que se acentuó en los últimos años por los ataques terroristas internos, la muerte de negros a manos de policías blancos y las matanzas protagonizadas por los propios estadounidenses que arremetieron a tiros contra sus compatriotas.Las veinte mayores empresas de sondeos del país con más recursos tecnológicos del mundo realizaron decenas y decenas de encuestas. Solamente una -la del diario Los Angeles Times asociado a USC Tracking- indicó de forma consistente la ventaja de Trump.La relación con China y RusiaQue el mundo ya no es unipolar no hay quien lo niegue. Hace bastante tiempo que Estados Unidos dejó de ser la principal democracia del planeta con ímpetu de imperio global. Las razones son dos, tienen nombre y apellido y suficiente material para sostener la multipolaridad actual: la República Popular de China y la Federación Rusa.El triunfo del candidato conservador deja diferentes matices para uno y otro. Rusia percibe el resultado como el capítulo final de un ciclo de turbulencias con el país americano. El ascenso ruso, su fuerte presencia en los mercados que controlaba Estados Unidos y su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas lo presentaban como un actor incómodo a los intereses de Washington. Clinton era la continuidad de ese proceso y por eso Moscú apostaba al triunfo de Trump. Con el resultado puesto Rusia se prepara para una nueva relación bilateral quizás en igualdad de condiciones. Trump quiere hacer de su país un nuevo imperio, pero al menos por ahora no le interesa salir a disputar a otros estados cuotas de poder global. Si Estados Unidos reduce su intervención en el mundo, Rusia puede verse en una posición de mayor influencia de acción en zonas críticas como Siria y Ucrania.El caso de China es algo distinto dado que, a pesar de ser un contendiente directo en lo económico y político, Pekín se convirtió en 2015 en el mayor socio comercial de Estados Unidos al alcanzar el volumen de importaciones y exportaciones por 600.000 millones de dólares con una balanza favorable a China en 367.000 millones. Es algo que Trump promete cambiar con su férrea defensa de la industria nacional. Con todo, ese sería el único punto de desencuentro con Pekín que ahora podrá aplicar sin atenuantes su plan de expansión sobre el Mar Meridional y otras sectores del planeta en donde encontraba la resistencia de otros estados apoyados por Washington. Y es que la reconstrucción interna que promete Trump obliga a restar esfuerzos en influencia extraterritorial.Qué esperar en ArgentinaCon el fin del kirchnerismo Washington volvió a mirar a Buenos Aires y surgió entonces una relación que se acaba apenas en el inicio. Argentina viene de ingresar en una nueva fase política y económica que la ubican en un contexto determinado en la escena internacional. Lo malo es que en ese contexto Argentina apostaba a un triunfo de Clinton. De hecho el Gobierno argentino se manifestó a favor de Clinton cuando debió tomar partido por algún candidato.La primera dificultad que encontrará el país a partir del presidente Trump pasa por una integración comercial más recíproca. Washington se vuelca ahora al proteccionismo y definirá sus pactos comerciales en posición dominante.El siguiente problema será el flujo de financiamiento. En tiempos de incertidumbre, como el que se cierne sobre Estados Unidos, el capital se retrae y espera señales. Pero quizás eso no sea tan grave como la concepción que tiene Trump sobre estas latitudes. El republicano puso a la Argentina en el mismo lote que Venezuela refiriéndose a los dos estados en forma despectiva. “Si no gano, tendremos una Corte que cambiará este país como jamás imaginas. Este país será completamente diferente. Será como Argentina o Venezuela”, advirtió el magnate.Y ya más en lo superficial habrá que olvidarse de la eliminación de la visa e incluso del acuerdo de implementación del sistema de Global Entry que facilitaba el ingreso de argentinos a Estados Unidos.Aunque quizás lo mejor sea estar fuera del radar de Trump mientras el futuro presidente ordena las cosas según su criterio.Grande de nuevoAños atrás la figura del imperialismo estadounidense refería al expansionismo del país hacia todas las latitudes. Diversas doctrinas como la del “Destino Manifiesto”, la “Monroe”, el bloqueo contra Cuba y las famosas guerras preventivas impulsaron la influencia política, militar y económica estadounidense a escala mundial. Sucesivas crisis económicas sumadas a la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca hicieron que el país tomara un nuevo rumbo. Diversificó estratégicamente sus influencias y aplicó una fuerte diplomacia para mantener el control de sus intereses en el mundo. El ascenso de Rusia, China y otros actores internacionales completaron el proceso hacia una tensa multipolaridad. Esa pérdida de terreno, más los conflictos internos, también impulsaron la irrupción y la victoria de un hombre como Donald Trump.“Make America Great Again” fue el slogan de campaña del ganador. Cuál es el objetivo de hacer de Estados Unidos un gran país de nuevo. Y es aquí donde caben todas las sospechas. La figura de un futuro imperialismo vuelve a acechar al resto del mundo.Por Guillermo BaezPeriodista
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