Sé que mi hora se acerca”, me confesó una tarde de enero. Ella sonrió con cierto alivio, mientras yo intentaba convencerla de que aún faltaba. La abuela “Tona” tenía 90 años, padecía un cáncer de mama que prácticamente le impedía caminar. Sus últimos días se vio obligada a permanecer, por más horas, en la cama de su habitación: abrazada a sus recuerdos.Me decía que cuando uno se acerca a la hora de su muerte “parece que nos volvemos más sabios”. Porque en esos últimos días “me resulta más sencillo entender, disfrutar y sonreír”. Ella decía que cuando el final esta cerca el caos se despeja y las prioridades se ordenan. También y aunque cueste creerlo, “se puede alcanzar un buen momento”.Arcángela Machuca trabajó hasta su último aliento de vida. Ella fue “médica yuyera”, enfermera y modista. Antes de que se marchara, le pregunté la historia de una máquina de coser que tenía cerca de la cama. La guardaba intacta, con cada una de sus piezas. “Es la mejor máquina de coser”, me confirmó. Ese fue el inicio de esta historia: en 1940 Tona tenía 16 años y se enamoró de quien sería su esposo. Ese muchacho, de apenas 17 o 18 años, la conquistó de mil maneras. Un día, él salió del trabajo y fue hasta una tienda: “quiero comprar la mejor máquina de coser porque es para mi novia”, recordó esa frase y sonrió. Sus mejillas se ruborizaron y en sus ojos encontré a la adolescente enamorada que me relató los detalles de una historia de amor. Toda su frescura estaba allí, llena de magia y paz. El novio llegó por la tarde, ella lo esperaba. Cuando abrió la puerta lo vio a él, con una caja enorme que llevaba un moño aún más grande. “Cómo explicar ese momento, me acuerdo que fue todo un evento en nuestra casa. Fue mi primera máquina de coser”.Con el tiempo aprendió el oficio de modista y se pasó largas horas de sus días entre rasos, tules, hilos, pedales y máquinas. Diseñó los trajes más exquisitos para las fiestas más elegantes. Pero también, para los niños a los que cuidaba en el Hospital. Vistió a sus hijos y a los de sus vecinos. “Pero -dijo sin contener lágrimas- con esta máquina yo creé mi vestido de novia, me dio muchas alegrías ¿cómo no va ser la mejor máquina de coser?”. Por Susana Breska Sisterna
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