Señora Directora: A menos de seis semanas de las elecciones presidenciales en EEUU la cuestión parece ponerse muy delicada y difícil de predecir quién resultará el reemplazante del presidente Barak Obama desde el 20 de enero de 2017. Ninguna de las dos opciones en juego son muy meritorias para la América Latina y, particularmente, para aquellos gobiernos que no coinciden con la “democracia” que “idealizan” en esa nación y tratan de imponer a todos.Ni Hillary Clinton, ni Donald Trump significarían un cambio en bien para nuestra región, ya que, a mi entender, con mayor o menor dureza, volveremos a constituirnos en el “patio trasero” de décadas pasadas. Porque además, creo, con el actual gobierno que tenemos los argentinos reivindicaremos la época de las “relaciones carnales”, donde nuestra política exterior estuvo atada a los dictados de la Casa Blanca y la económica, a los intereses de las transnacionales a través de las decisiones del Fondo Monetario Internacional (IFMI).Llamativamente esa presencia ya se manifestó esta semana cuando los inspectores del organismo financiero estuvieron en Buenos Aires monitoreando la economía argentina, luego de una década en que le fue vedada toda intervención, en una demostración de soberanía que hoy parece perderse. Además no olvidemos que en las postrimerías del siglo XX y, particularmente, en los 90, las recetas económicas de ese organismo nos sumieron en una de las peores crisis política, económica y social de la historia argentina. Hoy, es la Europa en crisis que, con la complicidad de su clase política, padece las consecuencias de ese mismo recetario lleno de pócimas y soluciones que sólo benefician al poder internacional, concentrándolo aún más.Trump y Clinton son las caras de una misma moneda, aunque parezcan diferentes y más brutal uno que la otra. Obama ya demostró esa duplicidad cuando llegó en 2009 tras una promesa de paz que lo hizo merecedor del Premio?Nobel de ese año, para después, al igual que sus antecesores., terminar bombardeando pueblos inocentes, sin compasión alguna, en nombre de quién sabe qué ideales.
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