Desde 1983, Argentina tuvo gobiernos que (utilizando una metáfora olímpica) cada vez que una administración debía pasar el mando, en vez de entregar la posta, le daba un cartucho de dinamita al siguiente corredor. Pasó con Alfonsín, con Menem, con De La Rúa, Duhalde y por último Cristina Kirchner. El Gobierno de Néstor quedaría excluido de esta escala “con permiso” de hacer un reduccionismo económico y limitarnos a los famosos déficits gemelos. Cuando le cedió el poder a su esposa, más o menos, la Casa Rosada gastaba lo mismo que lo que recaudaba, había equilibrio fiscal. Mauricio Macri entró a Balcarce 50 el 10 de diciembre, con un sonido de “tic-tac” resonando por los rincones. Había varias bombas que debía desactivar. Por ejemplo, el cepo al dólar, el conflicto con los fondos buitre y la crisis energética, solamente por citar algunas. Respecto a la energía, por mandato del presidente, el ministro Juan José Aranguren, se puso frente a la “bomba del gas” y en vez de eliminar sólo el cable rojo los cortó a todos con una motosierra. La explosión sacudió al ministro, la onda expansiva llegó a todo el Gobierno de Cambiemos y a millones de usuarios que no sabían cómo iban a hacer para pagar la boleta. El origen de la crisis energética data del gobierno de Carlos Menem, cuando se privatizaron los servicios públicos. La convertibilidad (paridad 1 a 1 con el dólar), hizo que tras la devaluación del 2002 las empresas presionaran para mantener dolarizados los precios (por ejemplo) del gas en boca de pozo, a pesar de la pesificación decretada por el Gobierno de Eduardo Duhalde. Lo que siguió fue un proceso de reactivación económica en Argentina, donde mientras más demanda energética había de parte del sistema productivo y de los usuarios residenciales, el Gobierno de Néstor Kirchner subsidiaba el valor de la tarifa. Objetivo: impulsar el crecimiento y la inversión de las empresas para que se desarrollaran y a la vez fomentar el consumo de electrodomésticos como una pata dinamizadora del mercado interno. Con mucha razón, comerciantes y clientes, contentos. Enfrente estaban las empresas energéticas, que tenían un tope al precio que podían cobrar por los servicios. No invertían porque aseguraban que el Estado no les permitía ganar dinero suficiente. Pero para mantener la factura casi con los mismos valores durante más de diez años había subsidios. Llegaron a 17 mil millones de dólares en 2015. Dicen los especialistas y exministros de energía que eso solamente servía para cubrir los costos y una ganancia mínima que no alcanzaba para invertir en aumentar la capacidad estructural instalada. Resultado: desde hace años, en los veranos, cortes crónicos de energía eléctrica. Algo similar ocurre con el gas y las naftas. Desde 2008 Argentina pasó de exportar a importar suministros. La lógica es la misma, no hubo inversiones, aumentó la demanda desde las fábricas, empresas, usuarios y domicilios particulares. Solución: traerlo desde afuera con costos altísimos para el Estado nacional. El déficit fiscal a diciembre de 2015 era de casi 6 puntos del PBI (unos 132 mil millones de pesos). El Estado gastaba más de lo que recaudaba. Según el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), el 85% de ese déficit se explicaba por el gasto en subsidios para importación de energía (113 mil millones de pesos). “Tic-tac”. Petróleo, gas y geopolíticaComo dijimos, la crisis energética se disparó en el momento que no se calculó la alta generación de demanda que ocurrió paulatinamente tras la salida de la crisis de 2001. Argentina necesitaba gas y petróleo. Parte del crudo que se refinaba en la planta de YPF en Ensenada, era proveído por la Venezuela de Chávez. A partir de la segunda presidencia de Cristina Kirchner, de la mano del líder de la revolución bolivariana, aparecería Irán detrás de la sed de combustibles. El perfil antiimperialista del bolivariano hizo tejer alianzas con otros países que como mínimo, eran “no amigos” de los Estados Unidos. Las reuniones y las visitas recíprocas Teherán-Caracas entre el presidente Mahmud Ahmadineyad y Hugo Chávez tendieron un puente hacia el sur, para sumar a otro país (al menos en esa época) distanciado de Washington, Argentina. Y así, la geopolítica se inmiscuyó en la cuestión de la crisis energética vernácula de la forma menos pensada. Porque en enero de 2015, el fiscal especial de la causa Amia, Alberto Nisman, acusó a la presidenta Cristina Kirchner, al canciller Héctor Timerman, al diputado Andrés “Cuervo” Larroque, al dirigente piquetero Luis D’Elía y al dirigente de Quebracho, Fernando Esteche, entre otros, de formar una asociación que tenía como objetivo encubrir a los acusados iraníes sospechados de colocar la bomba en la Asociación Mutual Israelita Argentina aquel 18 de julio de 1994. Cuando trascendió la denuncia que estaba por efectuar el fiscal Nisman los medios eran un hervidero. Desde ese día, La Rosada y la quinta de Olivos parecían haber caído dentro el caldero del diablo. El miércoles 14, Nisman acudió al programa de la señal de cable TN “A dos voces” a adelantar de qué se trataba la denuncia que tenía lista y preparada para presentarla ante los diputados en el Congreso de la Nación. Resumidamente relató así:“Ha habido un cambio radical, ha habido una alianza con los terroristas. El motivo que buscaba Argentina era, por un lado acercarse geopolíticamente a Irán, por otro lado restablecer relaciones diplomáticas y ante la severa crisis energética que sufría Argentina, comprarle petróleo a Irán (y gas NdR), y que Irán comprara eventualmente granos… ¿dónde viene el problema? que ante esa decisión argentina, que guste o no, insisto, legítima, dicen: “este proyecto político que tenemos es inviable en la medida que existan las acusaciones por la causa AMIA, entonces hay que borrar estas acusaciones”. El acuerdo se firma en enero de 2013. La comisión de la verdad está totalmente arreglada y la persona de la Secretaría de Inteligencia que responde a Cristina Kirchner, actúa prácticamente como un agente iraní, le informa a los iraníes todo lo que ocurre en la causa, los pasos que van a seguir, saben del expediente más que yo, le informa lo que yo estoy por hacer, le informa datos personales míos, le informa datos de mi exesposa que es juez federal, le informa datos de menores, hay cosas que yo no sabía, que me entero de la causa siendo el fiscal, maneja la Secretaría de Inteligencia que depende de la Presidencia de la Nación y que debe informar al fiscal de esta manera. Se ríen del fiscal, ‘va quedar patas al norte cuando vea esta nueva hipótesis que le metemos, va a tener que renunciar, nos vamos a sacar a este ruso de encima’. Estamos hablando de agentes de inteligencia que responden d
irectamente a la Presidenta, que está absolutamente probado. Nada de lo que se hace acá es sin la directiva expresa de la Presidenta. Esta no es una suposición por pensar que la Presidenta maneja en general el Gobierno del país, está específicamente probada la cercanía y cómo se la consulta. Se firma el Memorándum una vez que… ya está arreglado. Yo tengo las escuchas donde acuerdan reuniones, dicen cómo lo van a hacer. ¿Por qué no se lleva adelante esto? Porque los intereses eran distintos, Irán le reclama a Argentina que tiene que avanzar con eso porque sino no se puede avanzar. Por eso, a Irán lo que le importaba eran las circulares rojas (que se levantaran órdenes de detención contra los acusados), si se daba, el comercio (petróleo-gas-granos) era un medio, para Argentina sí era una finalidad…”. ¡Bang!Este último martes la pericia psicológica determinó que Alberto Nisman no tenía una conducta autodestructiva. Los peritos carecían de historias clínicas para establecer directamente que pudiera tener tendencia a la autoagresión. Pero llegaron a esa afirmación en base a entrevistas de gente que lo frecuentaba. No se habría suicidado, como sostiene una de las hipótesis de su muerte. ¿Cómo se pueden atar cabos entonces entre el tarifazo que aplicó la administración Macri con la muerte de Nisman? Entra a jugar aquí la contrafáctica, que puede ser polémica, pero siempre sirve para dar impulso para volver a revisar los hechos y aportar nuevas miradas. Por ejemplo, dicen por ahí que si Antonio Cafiero hubiera ganado la interna peronista de 1988, tal vez Menem nunca hubiera llegado a la presidencia y Argentina probablemente hubiera escapado del neoliberalismo de los ‘90. Y en ese orden nos preguntamos, qué hubiera pasado si el kirchnerismo hubiera tenido una buena política energética, ¿se habría acercado a Irán en busca de energía como finalidad de la relación diplomática como sostenía Nisman? ¿Estaría vivo hoy el fiscal? ¿Fue su muerte uno de los clavos del ataúd del kirchnerismo aquel 22 de noviembre de 2015? Hoy, la dinámica de cada uno de esos temas corre por caminos separados. Irán se acercó prudentemente a los Estados Unidos. Con la recorrida que hizo el canciller Mohammad Javad Zarif esta última semana por algunos países de Latinoamérica, intentan no perder su influencia en la región. Cristina Kirchner perdió el poder de la cadena nacional para defenderse. Los agentes (activos y retirados) de los servicios de inteligencia aún siguen con su dinámica impredecible. Otros buscan que se reabra la denuncia de Nisman contra CFK y sus funcionarios bajo la acusación de “traición a la patria”. Y Macri cometió su primer gran error al intentar solucionar el déficit fiscal sumado a la crisis energética con el tarifazo. Este último tema está lejos de resolverse y la mayoría espera que se encuentre alguna solución salomónica. El paso de los años nos mostrará cómo terminará esta crisis. Porque si continúa, otra vez volveremos a pensar: “qué hubiera pasado si…”. Al mirar hacia 2019 o más allá, sólo nos queda esperar que Macri se diferencie, y al entregar el mando pase una posta y no otra vez un cartucho. Colaboración: Lic. Hernán Centurión
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