Años de sacrificio que en minutos se convirtieron en cenizas. Así definió Alejandra Jakimiuk al incendio que hace poco más de una semana arrasó con la vivienda que junto a su familia habitaba en el barrio Ñu Porá, de Garupá. Estaba cocinando junto a su esposo mientras sus cuatro hijos se encontraban dispersos por la casa cuando las llamas se iniciaron y cambiaron su vida por completo. Ahora, algo repuestos del shock que implica semejante pérdida material, comenzaron a levantar lo que será su nuevo hogar, con la ayuda de familiares, vecinos y amistades.Si bien la solidaridad de la gente hizo que se cubrieran las cuestiones más inmediatas, la familia necesita la donación de materiales de construcción para acelerar los plazos de ejecución de la obra. Mientras, pasan las noches en el Círculo de Suboficiales de la Policía, ya que el jefe de hogar se desempeña como sargento de la fuerza y la institución les facilitó momentáneamente una habitación. La celeridad en levantar la casa tiene que ver con los chicos de 10, 9 y 8 años, pero sobre todo con el de 16, que padece severos problemas de salud y debe ser monitoreado permanentemente desde el Hospital Garrahan.“Ocurrió el primero de febrero alrededor de las 12.30. Habíamos colocado la garrafa, que a minutos de empezar a cocinar se prende fuego. La llama bajó desde la cocina y alcanzó el cilindro e hizo una llama muy grande. Con mi esposo tratamos de apagarla con matafuegos, arena, pero en ese lapso salió mas gas y como la llama era cada vez más fuerte empezó a prender todo lo que había alrededor. Hasta que se cortó la manguera y comenzó a dar una especie de chicotazos de fuego. Empezó a desparramar fuego a las cortinas, la cocina, la heladera. No pudimos atajarlo. Corrí y pude rescatar el celular y llamé a los bomberos, tratando que el foco fuera solamente en la cocina, pero fue imposible”, graficó, en un relato casi desesperado.Así, en cuestión de quince minutos “nos quedamos con lo que teníamos puesto, salvaguardando la vida de los niños que estaban adentro. Lo mas valioso sacamos”, dijo aludiendo a sus pequeños. Recibieron ropas y colchones“Necesitamos materiales para poder construir (cemento, elementos de cocina y baño). Queremos la vivienda para nuestros hijos sobre todo para Daniel, que está sufriendo mucho el hecho de no tener su casa, una habitación. Ahora se entretiene con una play que le regalaron porque el fuego destruyó la suya. El contaba con muchos “lujos” informáticos porque con su condición de salud no puede hacer actividades físicas como hacen los otros niños”, comentó. Recibieron ropas, camas y colchones. Restan los muebles y electrodomésticos. Quedaron sin bicicletas para pedalear a Itatí, como hacen todos los años.En trámiteJakimiuk confió que su hijo Daniel (16) padece una cardiopatía congénita desde su nacimiento y que fue sometido a varias cirugías. Fue sometido a un trasplante cardiopulmonar y tiene un cardiodesfribilador implantable que estaba monitoreado desde el Garrahan. “Explicamos a los médicos lo que sucedió y estamos en tratativas de conseguir el transmisor para que los controles sean un poco más espaciados. Pidieron que regresemos en mayo porque ahora ellos no cuentan con información porque ese transmisor enviaba las actividades cardíacas diarias de Daniel. Ellos estaban conectados durante las 24 horas, sabiendo que pasaba en el corazón de mi hijo que además del problema cardíaco, sufre de arritmia”.Toda la información y ese aparato tan importante quedaron carbonizadas. La medicación pudimos conseguir y administrarla como corresponde. Los tramites del transmisor están encaminados. Tenemos que buscar la forma de conseguirlo lo mas pronto posible”, acotó.
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