Del otro lado, la escasa diferencia de sufragios a favor y el no contar con una mayoría en el Congreso, aparecen como contrapesos que, necesariamente, convocan al nuevo mandatario a actuar con decisión pero también con mesura; cuidándose de no cometer errores de gestión que le puedan restar base social a futuras decisiones políticas. Viendo que la inminente transmisión del mando no redundaría en el mero reemplazo de una figura o liderazgo personal, sino que con la nueva gestión se instala en el comando del Estado nacional una también nueva visión del país y sus problemas y expectativas fundamentales, hay que convenir -recordando las lecciones del pasado- que junto a la implementación del cambio, votado por la mayoría, se debe garantizar, y valorizar, la continuidad del Estado.Al anunciar los nombres de su gabinete, el presidente electo dio una señal de que no desconoce que el contexto actual del país obliga a actuar en base a una visión ponderada de los problemas de Estado. Lo hizo al sostener al actual ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, un hombre identificado con el Gobierno saliente pero proveniente de la comunidad científica. “Se ha valorado lo logrado, que fue por la continuidad. Creo que deben haber considerado que hacer cambios en este momentos podía ser lesivo a la continuidad de este proceso y podría comprometer algunos de los logros”, interpretó el propio Barañao. Al sostener a Barañao, el presidente electo subraya el gesto, inusual, de dar continuidad a una política de Estado de relevancia para un proyecto de país abierto a los desafíos del siglo XXI. Apunta también a otro desafío, no menor, el de construir con hechos, y no sólo en palabras, una genuina convivencia democrática.
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