Poco antes de su muerte Aparicio Pereyra Almeida sufrió un accidente que lo obligó a internarse en el Hospital Madariaga. No tenía recursos para costearse otro tipo de asistencia.Era mediados de los años ‘70 y en ese momento, se habían cumplido al menos treinta años que había abandonado la función pública, luego de haber ocupado la más alta magistratura del entonces Territorio Nacional de Misiones.Ese incidente inesperado dejó al descubierto la extrema pobreza en la que vivió quien había sido gobernador, entre 1946 y 1949. Pero también, ubicó en su perfecta magnitud a Don Aparicio, un hombre que impuso como inalterable norma de conducta la más estricta austeridad republicana. “Una vez le pregunté a Don Aparicio ‘¿esto es todo lo que usted cobra después de haber sido gobernador’. Y él me respondió; ‘es una pensión vitalicia que me dieron los amigos radicales en 1964. Vea joven la plata compra muchas cosas, pero lo único que no se compra es la dignidad de las personas’. Era un filósofo de la vida”, lo recordó Ernesto Fornichela, jubilado y exempleado del Banco Nación. Y agregó: “Es sabido que cuando se hizo cargo del Gobierno, tenía dos pantalones; uno nuevo y el otro zurcido: cuando se fue, tenía también dos pantalones sólo que los dos estaban zurcidos”. Fue por ese accidente que le tramitaron un reconocimiento por la tarea desempeñada, “una pequeña pensión. Sería una mínima vital y móvil, que alcanzaba para paliar las necesidades que rápidamente va a quedar fuera de la realidad y tendrá un reajuste por decreto a través de la Cámara de Representantes”, detalló la historiadora Silvia Gómez. Y las secuelas de ese accidente las llevará por años. “Y será finalmente la que lo llevará a la muerte. Fallece a los 88 años, un 19 de noviembre de 1984 en su casa de Villa Lanús, una vivienda humilde, al frente de construcción de material y al fondo de madera”, puntualizó Gómez. Sin embargo, y a criterio de la historiadora, queda una deuda pendiente con Don Aparicio. “La de contarle a los jóvenes que tuvimos un misionero como Almeida, y si existió uno como él, pueden haber más. Contarles que se puede vivir con las convicciones. Se puede ser una persona plena y dejar una huella marcada con honestidad y decencia. No hace falta ostentar, sólo decisión y coraje”. A 31 años de la muerte del exgobernador del Territorio Nacional de Misiones, PRIMERA EDICIÓN realizó un recorrido por su trayectoria para recordar a uno de los hombres “más nobles y honestos de nuestra tierra. Porque a los hombres como Don Aparicio no mueren nunca. Perduran en la memoria ciudadana como ejemplo de virtudes”, así lo recordará su amigo y exsecretario privado, el profesor Martín González.De la mano de PerónA fines de 1946, Aparicio Pereyra Almeida fue designado por el Poder Ejecutivo Nacional, cuya titularidad ejercía en esa época Juan Domingo Perón, para ocupar el cargo de gobernador del entonces Territorio Nacional de Misiones. Y “debemos ubicarnos en la época, Misiones era Territorio Nacional y Almeida, con los pocos recursos con los que contaba logrará grandes cosas. En la década del ‘40 se recaudaban impuestos, los montos se mandaban a Buenos Aires y de allí se volvía a distribuir esos impuestos, a veces la tardanza era de hasta cinco años con el reintegro del porcentaje que correspondía de los impuestos, lo que hoy llamamos coparticipación federal. Con los pocos ingresos que tenía en la caja, hizo mucho por Misiones. Tuvo que transitar en reiteradas oportunidades los pasillos de la Casa de Gobierno de Buenos Aires, pidiendo y explicando lo que sucedía en el Territorio Nacional, visto como algo tan lejano, hoy en cambio, somos una provincia autónoma”, sintetizó Gómez.Un recuerdo vivo En el libro de Martín González, exsecretario privado del exgobernador no sólo detalla aspectos del gobierno de Almeida, sino que además, relata anécdotas de aquellos tiempos. “Y si no fuese por González muchos datos se perderían”, aseguró Gómez.Al leerlo encontramos que Almeida tenía 1,90 de altura. Mientras que González no llegaba a 1,70. “Se me ocurrió decirle: ‘Don Aparicio que pareja más despareja formamos nosotros’. Me puso su mano sobre el hombro y contestó: ‘Martín, ya lo dijo Napoleón: Los hombres no se miden por su estatura sino por su inteligencia’. (…) Confieso que con tal reflexión desapareció mi complejo de estatura”, reza un fragmento del libro.Aníbal Almeida: “Fue ejemplo de austeridad que hasta hoy recuerda la comunidad”POSADAS. El licenciado en Teología y preceptor en la Escuela de Comercio 18, Aníbal Almeida, es uno de los sobrinos nietos del exgobernador Almeida. En una entrevista con PRIMERA EDICIÓN señaló que la familia recuerda a Don Aparicio con sano orgullo. “Es digno de imitarlo, por los jóvenes para que conozcan lo que es ser un verdadero político”.¿Cómo era Don Aparicio?Lo conocí siendo muy chico y estuve poco tiempo a su lado porque vivíamos en el interior. Y era difícil venir a Posadas porque las rutas no eran las mejores, tampoco había medios de comunicación como los que tenemos hoy en día. Era modesto y sencillo.¿Cuándo lo vio por última vez?Volví a verlo en los años ‘80, cuando vivía en Villa Lanús en una calle que lleva su nombre. Era hermano de mi abuelo, era mi tío abuelo. En esa ocasión fuimos con mi padre a visitarlo. Pero anteriormente vivía por calle Queirel atrás de Samsa, esa fue su casa cuando él era gobernador. Él iba y volvía del trabajo caminando y excepcionalmente utilizaba el vehículo oficial, sólo si llovía. Esa propiedad fue derribada. Durante su mandato, no ocupó la residencia del Gobernador, cuando le consultaron dijo que no quería mal acostumbrar a la familia, porque cuando finalizara el mandato no iba a poder mantener ese ritmo de vida. Él vivió y murió en condiciones humildes.¿Cómo lo recuerdan?Un orgullo. Dejó un ejemplo de austeridad, de vida, sacrificios y servicios en manos de una comunidad que lo valora hasta el día de hoy.El descanso eterno en el cementerio La PiedadPOSADAS. Aparicio Pereyra Almeida nació en 1896 en San José. En el seno de una familia de agricultores. A los 16 años se mudó a Posadas y poco después consiguió trabajo como administrador en Alto Paraná. Sin embargo “cuando llegó, la tarea era cosechar yerba”, precisó Gómez.Trabajó dos años en Puerto Iguazú “hizo unas monedas y volvió a Corpus. Luego a San Ignacio donde se conoció con Horacio Quiroga que era juez del Juzgado de Paz. Aparicio mostraba orgulloso el sello del juez que estaba estampado en la libreta de enrolamiento”, precisó Aníbal Almeida.Luego, viajó a Buenos Aires. All&ia
cute; trabajó en Aguas Sanitarias de la Nación “se contactó con gremialistas, y con Alfredo Palacio, un gigante de la Cámara de Diputados de aquellas épocas”, contó Aníbal.En Buenos Aires Aparicio estudió Tenedor de libros, lo que hoy conocemos como Contador Público Nacional. “Y en Buenos Aires conoció a funcionarios que van a proponerle ser gobernador”. La vida de Don Aparicio “fue de sacrificios y humildad. Falleció en noviembre de 1984, le realizaron una ceremonia pequeña y lo sepultaron a última hora del día 20. Como fue gobernador, la sepultura quedó bajo el amparo de la ordenanza 107 del año 1989 y su decreto promulgatorio 1551, también de 1989 que exime de pago a perpetuidad la sepultura de los funcionarios públicos provinciales y municipales. Se encuentra en el cementerio La Piedad”, finalizó Gómez. La plazoleta de Alta GraciaEn el barrio Alta Gracia de Posadas se encuentra la plazoleta Aparicio Pereyra Almeida, ubicada sobre las avenidas Tomás Guido y Comandante Andresito. “Por mi voluntad y recursos di origen a la plaza. Hoy, lamentablemente es un lugar inseguro, de noche se juntan personas sospechosas, que según los vecinos consumen droga”, detalló Ernesto Fornichela.De acuerdo a Fornichela, la historia de la plaza se dio de éste modo. Años atrás compró una vivienda en barrio Alta Gracia y, a pasos de su propiedad se encuentra un espacio verde donde plantó árboles. “Muchas veces voy a carpir y en una oportunidad, mientras cortaba el pasto se acercó un vecino”, explicó Fornichela. Y siguió “me preguntó: ‘qué nombre tiene la plazoleta’. Le dije:?‘No sé’. Y me contestó: ‘vamos a tener que juntarnos entre los vecinos y ponerle su nombre vecino’. Yo le dije ‘No, debe llamarse Aparicio Almeida’”.Fornichela explicó que durante años trabajó en Banco Nación y siempre le pagaba la jubilación a Don Aparicio. “No soy misionero soy correntino, pero al conocerlo en persona me sorprendió. Y quise que la plaza llevara su nombre. Hice una nota pidiendo esto y después desde el Concejo Deliberante me pidió antecedentes. Busqué al profesor Martín González y le solicité los datos de su libro y los llevé. Cuando entró al Concejo, acompañado del pedido de los vecinos, por unanimidad fue aprobado, porque todos conocían su trayectoria. Humilde, honesto, educado, Don Aparicio estaba cerca de la perfección”. Un daño enormeEl jueves 19 se realizó un acto en conmemoración a los 31 años del fallecimiento del exgobernador Almeida. El encuentro se llevó a cabo en la plaza del barrio Alta Gracia. Sin embargo, un día antes, vándalos destrozaron el busto de Don Aparicio. “Dañaron los ojos, la nariz, la boca, cejas. Terrible, y no entendemos porqué, son personas que no conocen la historia y por eso dañan. Pedimos que lo arreglen por favor”, solicitó Fornichela.
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