Mostrar entereza o juntar energía desde el suelo para Lorena Lourdes (25) y Germán David (23), hermanos de Natalia Samaniego es la premisa que se plantearon para levantar una familia arrasada, que debió enterrar el miércoles a una joven de 24 años asesinada, y que ahora clama por justicia sin perder el horizonte de lo que determina la ley.
“Tenemos muy pocas fuerzas, estamos destrozados”, señaló en exclusiva ayer a PRIMERA EDICIÓN Lorena luego de retirar las pertenencias de su hermana del macabro escenario del crimen, los cinco metros de largo por tres de ancho del monoambiente de paredes azules y blancas de Santa Catalina a menos de 50 metros del club Huracán.
“No podemos ni pensar, estamos devastados, pero vamos a aprovechar cada momento en adelante para pedir justicia por Natalia. A este asesino no le cabe otra pena que la máxima, la prisión perpetua”, resaltó la estudiante Ciencias Económicas, acompañada por su padre Ramón Rogelio y su hermano prefecturiano Germán Samaniego, luego que partiera la camioneta Volkswagen Saveiro con la heladera, un ropero, una cajonera y tres bolsas con la ropa de la víctima fatal.
El olor a descomposición cadavérica aún emanaba del departamento. “Vinimos a limpiar y a llevar los recuerdos que nos quedarán de Naty”, agregó Ramón Samaniego con las estampitas de la Virgen del Cerro de Salta en la mano que su hija veneraba.
“Ella juntaba peso a peso, hasta lograr el monto suficiente y viajaba a ver a la Virgen Inmaculada, tenía una fe enorme”, resaltó el padre y contuvo el llanto antes que estalle: “Tenemos que estar fuertes por ella, por mi hija”.
Pasadas las 15, en silencio y acompañados por efectivos policiales, los tres ingresaron a la vivienda a recoger los pocos muebles que cabían allí y limpiar el dantesco escenario.
“Es aberrante”
Lorena Lourdes tiene los ojos azules oscuros e idénticos a los de Natalia. Tal vez a través de ellos habló de manera cruda y contundente: “Sé cómo está este país, soy universitaria y tengo muy claro que de la misma manera que el Código Civil y Comercial necesitó de modificaciones, al Penal también hay que cambiarlo y estos tipos de delitos tienen que tener condenas rigurosas, fijas, desde el mínimo hecho al mayor, porque estos chicos o jóvenes tienen discernimiento, intención y libertad de sus actos. Entre los violentos no hay inocentes, comprenden lo que hacen, no son almas sensibles, son crueles”.
“Espero y que este caso vaya a juicio y sea condenado con prisión perpetua este tipo. Sabemos que no va a ir al cielo tampoco porque lo que hizo es aberrante”.
También señaló: “Tengo que fe que el juez (Marcelo) Cardozo y la fiscal (Amalia Spinnato), van a trabajar bien y lograrán calmarnos un poco el dolor que tenemos, porque es inmenso, inexplicable y no va a terminar nunca”, amplió Lorena, deslizando con frases lentas y coordinadas.
Aunque ató la garganta y frenó que brotaran lágrimas para que no se le diluyera su intención de hablar y describir a Natalia en sus últimos momentos con vida: “Mi hermana era muy dulce, bondadosa, nunca le hizo ni le haría daño a nadie. Era una chica católica practicante, iba mucho a la iglesia y ahora ya no está con nosotros por lo que le hizo este monstruo”.
“La última vez que la vi fue el sábado 1 de septiembre. Ella fue a casa (chacra 129 del barrio Santa Rita) y con mamá (Teresa Gamarra) le entregamos el ticket para que pudieran retirar la heladera que le compramos como regalo porque habían decidido vivir juntos. Llevaban pocos días acá (por el monoambiente de Santa Catalina 2.578) y se lo obsequiamos como familia y allí adentro apareció muerta y estrangulada”.
La heladera blanca de 1,60 metros de alto fue subida y atada al flete. Partió para ser guardada en un depósito, a los costados viajaban tres bolsas con ropa, libros, cuadernos con recortes y dibujos, y los patines rollers de Natalia; las imágenes de la Virgen María y la compañía, similar tal vez a una bendición para los creyentes, de la suave llovizna de la siesta de Rocamora.