El hombre profesaba la religión evangélica, era herrero de oficio y se había conseguido un ayudante de 13 años. Después de un tiempo de enseñarle el oficio, lo violó en reiteradas oportunidades. Por meses logró mantener el caso en silencio, en base a amenazas y chantajes, pero su víctima no soportó el calvario y se lo contó a su madre.
Roberto Pereira (50) tenía su taller de herrería en la avenida Santa Cruz. El adolescente se acercó un día y le preguntó si podía trabajar con él para ganarse unos pesos y, de paso, aprender la profesión, a lo que el hombre accedió.
Después de dos meses de manipular martillos, sierras, electrodos y soldadoras, a decir del expediente, su “patrón” le ofreció plata a cambio de practicarle sexo oral. Una vez que consiguió someterlo, fue más allá: lo violó al menos dos o tres veces por semana. Ese período se extendió desde mayo de 2015 hasta marzo de 2016.
Consiguió hacer perdurar en el tiempo los abusos chantajeando a su víctima. Desde la primera vez había filmado al menor con un celular en plena pesadilla. La perversidad llegó al amedrentamiento, al decirle que si él contaba a alguien lo que hacían, iba a enseñar las filmaciones a sus amigos.
Los abusos llegaron a su fin después de casi diez meses. El menor le confió a su madre lo que pasaba cuando se iba a trabajar a la herrería de Pereira.
La progenitora radicó la denuncia y a las pocas horas el abusador fue detenido. La Policía secuestró celulares de la vivienda del imputado, a fin de cotejar mensajes, llamadas, fotografías o videos que tuvieran que ver con la causa por el “delito contra la integridad sexual” en el que la Justicia comenzó a actuar.
El acusado se abstuvo de declarar ante el Juzgado de Instrucción interviniente. Según se pudo clarificar, compartía la vivienda con su madre y su hijo de 8 años, sobre el que el hombre tenía la custodia, al estar separado de su mujer. En ese sentido, la abuela fue citada a prestar testimonio. Relató que su hijo y su nieto dormían en la misma habitación y en la misma cama, pero que no sabía nada del caso en el que se involucraba a Roberto.
El cuerpo médico forense se encargó de revisar al menor de 13 años y constató que efectivamente había sido penetrado.
En la entrevista de Cámara Gesell hecha por una psicóloga, el menor señaló que reconocía el motivo de su presencia en la pericia y accedió a contar lo sucedido. Relató que todo había comenzado con tocamientos del imputado, para después empezar a filmarlo en situaciones comprometedoras.
Recalcó que debió ceder a los abusos ante la amenaza de Pereira de hacer públicas las imágenes. Dijo también que, por temor a que el barrio se enterara, él no podía escaparse y dejar de ir a la herrería, porque el acusado le dijo: “Si vos no venís más, yo le muestro esto a tus compañeros”.
Luego de que el juez interviniente reunió las pruebas suficientes en base a la denuncia presentada por la progenitora, el caso fue elevado a juicio. Antes de que llegara a la instancia del debate oral (no público, al tratarse de un delito contra la integridad sexual), el imputado reconoció haber sido el autor de las violaciones y la responsabilidad penal que le cabía por el hecho.
En un acuerdo entre la fiscalía y la defensa, se accedió a un juicio abreviado. La presentación quedó a consideración de los magistrados del Tribunal Penal 2 de Posadas. Finalmente, en los últimos días, los doctores Augusto Gregorio Busse, Eduardo D’Orsaneo y Martín Errecaborde, analizaron la presentación y resolvieron condenar a Roberto Ramón Pereira a la pena de seis años de prisión con costas, por el delito de “abuso sexual gravemente ultrajante y abuso sexual con acceso carnal, tres hechos en concurso real”, en base al artículo 119, primero, segundo y tercer párrafo, todo en función al artículo 55 del Código Penal Argentino, tal lo informado por las fuentes.