Sin embargo, ocurre en el actual gobierno de Cambiemos que la falta de un plan de trabajo, con medidas estudiadas en base a los fracasos, hace que todo sea mucho más difícil de revertir cuando hay problemas.
En medio de la crisis del dólar ocurrida meses atrás, el presidente Mauricio Macri entendió que lo mejor era pedir un salvataje al Fondo Monetario Internacional, con el fin de conseguir dólares (a diferencia del peso, el Gobierno no los puede imprimir según sus necesidades) y garantizar una “estabilidad” cambiaria frente a una población que recurre a comprar el billete verde.
Ahora se sabe que la primera cuota del préstamo del FMI ya no alcanza y el síntoma se sintió el viernes pasado cuando el dólar tocó los $30. Hoy, el mercado de cambios abrirá con el temor de un Banco Central con reservas en baja y un fuerte vencimiento de letras que operará mañana.
Economistas aseguraron días atrás que el Banco Central debe “dar muestras urgentes de que la estabilidad monetaria se va a mantener” tras la fuerte disparada del dólar y advirtieron que las reservas para afrontar un shock externo son “limitadas y la fuga de divisas continúa”.
La “lluvia de dólares” o el “semestre de inversiones” pasaron a la historia de las promesas que solo generaron rechazo y temor en Argentina y en el mundo. Entonces, por más empeño que se ponga en discursos de felicidad y aliento, cuando reina la desconfianza, es mucho más difícil de frenar una crisis más profunda.
Argentina ingresa en una etapa pre electoral donde los sectores partidarios políticos se miden constantemente sobre los pasos a dar. Lamentablemente, abundan los intereses sectoriales por sobre el bienestar general. Con lo cual, dificilmente se consigan consensos para salir adelante.
Es importante ver el contexto donde la mayoría del pueblo soporta este duro trance y padece sus consecuencias.