ATENAS, Grecia (AFP-NA). Bajo la presión de los acreedores de Grecia, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI), los diputados griegos se pronunciaban en la noche del domingo sobre el austero presupuesto para 2013, mientras que se preparan nuevas protestas ante el Parlamento convocadas por los sindicatos.Las principales centrales sindicales del sector privado (GSEE) y del público (Adedy) se citaron en la plaza Sintagma, teatro de manifestaciones desde 2010 contra los sucesivos programas de austeridad exigidos por la UE y el FMI para inyectar dinero y evitarle a Grecia la suspensión de pagos.El debate de los 300 diputados sobre el polémico proyecto de presupuesto, que prevé un recorte de 9.000 millones de euros más para 2013 y una nueva contracción del PIB, por sexto año consecutivo, del 4,5% concluirá con la votación prevista a medianoche.Ante la indignación de los griegos -que van a tener nuevos recortes en sus salarios, pensiones y un desempleo del 22,8%, aunque entre los jóvenes supera el 50%-, el ministro de Finanzas, Yannis Sturnaras, reconoció los “sacrificios de los ciudadanos” que han contribuido a una “reducción importante del déficit público”.El Gobierno prevé un déficit del 5,2% del PIB en 2013 contra el 6,6% este año, y del 15,5% en 2009, recordó Sturnaras el sábado por la noche en el Parlamento.“La situación del país está al límite. La estabilidad del Gobierno es la primera condición necesaria para salir de la crisis”, declaró el domingo Evangelos Venizelos, jefe del partido socialista griego, Pasok, al diario griego Ethnos (centro-izquierda).En tanto, en la manifestación frente al Parlamento de podían ver pancartas con mensajes que atentan contra la estabilidad social que pretende el Gobierno. “Paremos la catástrofe, organicemos la caída” del Gobierno, rezaba una banderola del principal partido opositor, el izquierdista Syriza. “Hay que echarlos”, decía otra banderola. Para las autoridades griegas es cada vez más difícil imponer recortes y ajustes en medio de un creciente indignación social, que se extiende como reguero de pólvora en los países que más han sufrido el impacto del deterioro de la crisis de deuda, la peor desde el nacimiento de la Unión Europea, hace más de sesenta años.





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