No por anunciada resultó menos contundente la manifestación anti K que el pasado jueves reunió a una muchedumbre en el Obelisco y otros puntos de la Capital Federal y de numerosas ciudades del país, superando el impacto que tuvo el cacerolazo del pasado mes de septiembre.La consigna de evitar las agresiones y mantener como distintivo común a los colores de la bandera argentina, dejando fuera los símbolos partidarios, se cumplió en general en una manifestación que se desarrolló en forma pacífica y en la que se destacaron los reclamos contra la reelección presidencial, la inflación la inseguridad y las acciones de gobierno que consideran persecutorias y a favor de la libertad de expresión (más abarcativa que la libertad de prensa); no hubo, empero, una consigna única aglutinante como tampoco una dirección política reconocible; y las marchas se distinguieron por un heterogéneo abanico de críticas al gobierno de Cristina Kirchner.La masiva concurrencia frustró la intención de los sectores más duros del kirchnerismo de instalar una explicación conspirativa, ya que si bien la protesta tuvo de su lado a algunos grandes medios enfrentados al gobierno, y recibió el apoyo de políticos de la oposición, se nutrió principalmente de una genuina voluntad de manifestarse de importantes sectores, principalmente de las clases medias. Hugo Moyano señaló al día siguiente que “lo que más molesta a la gente es la actitud del gobierno de ignorar y ningunear el reclamo y la protesta”.Para el radical Ernesto Sanz, a la movilización no hay que medirla “en términos cuantitativos puros”, sino por haber revelado “una mayoría silenciosa que en Argentina ha dejado de confiar en el Gobierno y en las políticas”. Mauricio Macri calificó de “emocionante” a la marcha, aunque la participación activa de militantes del PRO fue cuestionada, tanto por manifestantes como por voceros de la oposición, que no ven con buenos ojos los intentos de Macri de “cortarse solo” como referente electoral de la oposición. Otros opositores se expresaron con más cautela, tal es el caso de Francisco De Narváez y del titular del FAP, Hermes Binner, que coincidieron en que parte del mensaje de la gente estuvo dirigido a los políticos de la oposición. Al gobierno, que no pudo descalificar una manifestación que fue menos confrontativa que la anterior, y hasta bajó el tono a algunos reclamos potencialmente polémicos -como el referido a las restricciones a la compra de dólares- no le quedó otra que poner el foco en la diversidad de demandas, respecto a las cuales el senador Aníbal Fernández afirmó -irónicamente- que fueron tantas que “no se de qué vamos a tomar nota”. La Presidenta fustigó “la falta de una dirigencia política que nos presente realmente un modelo alternativo, pero de eso nosotros no podemos hacernos cargo”, alardeó. “Creemos en el (modelo) nuestro, que se encarguen los que no creen en el nuestro de generar con ideas, con proyectos y con propuestas lo que quiere el resto de la sociedad”, agregó. ¿Un punto de inflexión?A pesar de la dispersión de las fuerzas opositoras, el gobierno no saldría ileso del impacto político de una marcha que marcó un punto de inflexión en el escenario político nacional, y aunque sea difícil saber en qué va a cambiar dicho escenario, los analistas coinciden en señalar una conclusión inevitable: la manifestación deja escaso o ningún margen para la reforma de la Constitución que promueven sectores k.Por más que el gobierno modificara su actitud de cerrar los oídos a las demandas que expresó el 8N, lo que difícilmente ocurra, y hasta lograra imponerse como primera minoría en las elecciones legislativas de 2013, difícilmente se modificaría el malhumor social actual. La masividad de la protesta, que dejó a la Presidenta frente a la valla insalvable del fin de su mandato constitucional, abre expectativas, en cambio, en la oposición, que muestra cierta recuperación. También impacta dentro de la propia alianza de fuerzas que acompañan al gobierno kirchnerista, especialmente en el aparato territorial del PJ nacional. La eventualidad de un tercer mandato presidencial “descongeló al aparato territorial del peronismo bonaerense”, señaló un columnista de un medio nacional. No son pocos los que creen que el freno que le pusieron los manifestantes a las ambiciones -apenas esbozadas- de Cristina de continuar en el cargo serían capitalizadas -paradójicamente- por el propio oficialismo. El radical Ricardo Alfonsín aseguró que después de las marchas la Presidenta “comenzará a mirar de otra manera a Daniel Scioli”. El ex candidato presidencial de la UCR se lamentó de que el oficialismo se podría abroquelar detrás de “una coalición de centro derecha liderada por el gobernador bonaerense” en 2015.Adhesión en MisionesEn la plaza 9 de Julio de Posadas, en Oberá, Eldorado y Apóstoles, hubo importantes manifestaciones de adhesión al 8N; en este caso el mensaje compete también al gobierno de la renovación, que en muchas de sus decisiones asumidas desde una posición de poder dominante se muestra reacio a admitir las regulaciones y la diversidad propias del republicanismo. Y es que, más allá de hombres y de nombres, el mensaje más claro del cacerolazo es la preocupación de la gente por el estado de las instituciones.





Discussion about this post