POSADAS. “Hay personas que reclaman toda la verdad, otras reclaman un poco de verdad que es la tolerable para ellos”, analizó el médico Walter Cattaneo, el responsable del equipo de Cuidados Paliativos del Hospital de Agudos Ramón Madariaga. En una extensa y profunda charla con PRIMERA EDICIÓN, este médico al que su propia historia lo condujo a este área de la medicina, la de brindar calidad de vida y muerte cálida a las personas, habló de todo. ¿Qué significa cuidados paliativos?Es la atención o abordaje que se hace a los pacientes que cursan una enfermedad crónica, prolongada y que amenaza su vida. Se necesita un abordaje integral no sólo del paciente, sino de esa persona que tiene un padecimiento y no siempre lo primordial es lo físico. Se interviene sobre todo lo que esa persona es, con todas sus dimensiones. Tiene un dolor pero que no siempre está referido al órgano que está enfermo, hay todo una cuestión emocional, psicológica, del impacto que significa padecer una enfermedad de estas características, el rearmarse de nuevo junto con la familia que también recibe el impacto. Se puede estar controlado desde el punto de vista de un tratamiento o una enfermedad, es decir lo físico, pero también lo emocional, lo social, lo psicológico y lo espiritual necesitan de ese apoyo. Por eso, nuestro abordaje es integral y apunta a la calidad de vida de esa persona. Tratamos de recuperar una mirada, una intervención más humanizadora en lo que tiene que ver médico paciente.¿Cuándo debe comenzar esta intervención? Los cuidados paliativos intervinieron inicialmente para los enfermos para los que ya no había ningún tratamiento posible. Pero lo que nosotros decimos es ¿porqué intervenir en una fase avanzada de la enfermedad si podemos intervenir en una etapa precoz de un diagnóstico temprano de un cáncer donde hay un impacto, donde el que es pobre se vuelve más pobre, más allá de que las personas que no tienen obra social tienen acceso a un tratamiento gratuito. Paliativo viene de la palabra “palio” que significa manto o la capa. En el medioevo, los marginales enfermos, pobres o los peregrinos que no tenían donde parar y pernoctaban en la calle… era costumbre de los religiosos taparlos o cubrirlos con una capa. Era un gesto de reconocimiento del que sufre, del que tiene un padecimiento. ¿Cómo es el trabajo del equipo de cuidado paliativo?No hacemos una medicina compasiva, sino una medicina muy activa porque intervenimos sobre el dolor, hacemos tratamiento del dolor. Una persona con cáncer que tiene un dolor importante está absolutamente inutilizada funcionalmente, desde su autonomía. Intervenimos para calmar ese dolor, utilizamos opioides, morfina, etcIntervenimos sobre un montón de síntomas, sus náuseas, sus vómitos… un paciente con cáncer en una etapa avanzada de su enfermedad tiene muchos síntomas juntos, con lo cual el primer abordaje es aliviarlo desde lo físico para poder avanzar sobre otras cosas. Es muy difícil, cuando una persona se valió por sí mismo durante toda su vida y de pronto tiene que terminar en la cama, en una silla de ruedas, o a disposición de lo que la familia puede darle… y las familias no están entrenadas para este tipo de cosas. ¿Hablan mucho de la muerte?De la muerte no se habla, se habla de cualquier cosa menos de la muerte porque es parte de un proceso natural. Lo único que podemos garantizar a nuestros hijos no es que van a ser felices, ni que van a ser excelentes profesionales, que van a ser ricos o tener excelentes parejas. Lo único que podemos garantizarles es que se van a morir porque es una condición natural de la vida humana… y no estamos preparados. Entonces, cuando las personas se enfrentan a un diagnóstico de un cáncer u otra enfermedad que implica riesgo de vida lo primero que preguntan es si se pueden morir. Entonces, empezamos a ver que sé piensa sobre la muerte. Para poder avanzar sobre esto, preguntamos a los pacientes qué saben sobre su enfermedad, cuánto quieren saber, cuánto les interesa saber, cuánto podemos decirles desde dónde quieren… hay personas que reclaman toda la verdad, hay otras que reclaman un poco de verdad que es la tolerable para ellos. ¿Muchas familias quieren ocultar el diagnóstico?Casi el 60% de los hijos mayores piden que no les digamos la verdad de su enfermedad a los padres. Nos abordan a los médicos antes que tengamos nuestra primera entrevista con el paciente para pedirnos que no le digamos nada a la mamá, porque ellos la conocen mejor y que le va pasar esto y patatín y patatán… Siempre les pregunto lo mismo ¿Y si a ustedes les pasara esto, qué les gustaría que hicieran sus familiares? Todos me respondieron que quisieran saber toda la verdad. Empecemos entonces a respetar ese derecho del paciente, reconocido en la actual legislación que reconoce la figura del consentimiento informado, las voluntades anticipadas. No es el médico el que dice al paciente qué es lo que tiene hacer y adónde va a terminar con todo esto, sino el paciente el que determina qué quiere que pase. ¿Hace cuánto hay cuidados paliativos?El equipo comenzó a trabajar a fines de 2010. Todos los que estamos en el equipo tenemos una historia que nos trajo hasta acá, uno no llega a este tipo de cosas por casualidad. El equipo cuenta con una psico-oncóloga y una enfermera especializada que fue becada por el Instituto Nacional del Cáncer y estuvo durante todo el año pasado y hasta septiembre de este año formándose en los mejores lugares de Cuidados Paliativos de Buenos Aires. También tenemos una enfermera religiosa que hace el abordaje espiritual y desde la fe. Y a veces hacemos cosas fuera del procedimiento convencional, nos ponemos a rezar con el paciente e incluso podemos violar algunas reglas institucionales… llevarle un mate para que tome porque ese es su deseo. TestimonioPor Gisela FernándezEn agosto del año pasado, le diagnosticaron un cáncer de páncreas a mi suegra. Dos de sus hijos y yo, su nuera, fuimos los primeros en escuchar el diagnóstico del médico. Sin vueltas, nos anunció que no había nada para hacer y que el final estaba cerca, no más de seis meses. Apenas el médico se perdió por el pasillo, sus hijos tomaron la decisión de ocultar la verdad de la enfermedad a su mamá. Estaban convencidos que ella no iba a querer pelear contra el cáncer, la misma enfermedad que hacía algunos años le quitó a su esposo. Yo nunca estuve de acuerdo con esa mentira, sentía que ella sabía lo que estaba ocurriendo y además de sobrellevar los múltiples dolores que la aquejaron hasta el final destinaba parte de su energía en hacernos creer que nos cre&a
mp;iacute;a. Pero una cosa es cierta, mi suegra vivió casi un año más de lo pronosticado. Primero vivió en mi casa, rodeada de rejas, lejos de su chacra, sus gallinas, sus vacas y de su querido hijo menor. Otra recaída, otra internación, y llegó la decisión de volver al campo. En contra de los pronósticos, recuperó energía, perdió el amarillo que teñía hasta sus ojos, volvió a caminar por su huerta. Vivió bien esos meses y, cuando empezó a sentir los achaques del cáncer, contó con “Sarita”, la enfermera que recorrió muchas veces los kilómetros que separan San José de la colonia. Sarita fue también su confidente y contención. Murió sin saber el nombre de su enfermedad.





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